El cansancio del día, de tanto trabajo, de las actividades extra y el
agobio de la rutina lleva a que la amabilidad desaparezca, la solidaridad se
esfume y el amor no se encauce. Los semáforos parecen eternos, cualquier demora
es imperdonable, las filas activan la ansiedad y las preguntas son molestas.
Cualquier cosa nos perturba y los bocinazos son moneda corriente.
La vida con su ritmo acelerado nos exprime, nos agota. Si nos dejamos
llevar por el tiempo, no hay de más en nuestra estructura. Muy pocas veces
podemos planificar dar una mano, y la vida no es solo vivir para uno mismo.
Hay que estar para los demás. La cuestión es querer, poder y saber
hacerlo.
Por supuesto, todo en su equilibrio.
Tener vida propia es el desafío de quienes viven opinando, aconsejando y
haciendo por y para otros tapando baches de soledad y de insatisfacción
personal.
Esa persona tiene que aprender a estar consigo misma, dedicándole más
tiempo al desarrollo personal.
Estar para otros es el desafío para aquellos que viven enfrascados en
sus problemas, sus temas, sus preocupaciones. Los famosos “Ombligo del mundo” quienes no están disponibles para nada ni
nadie.
Estas personas necesitan abrirse a lo beneficioso que es compartir la
vida con otros… estando.
Con presencia, con un consejo, con dinero, con una llamada, con una
mirada, con una palmada en el hombro, con un regalo inesperado, con una
recomendación, con un favor, o facilitando una situación. Todas son manifestaciones
del amor y cuando hay amor el tiempo ya
no es una barrera…
Lic. Ivana Rugini
/www.youtube.com/watch?v=Aw1lOieUVDs