lunes, 22 de enero de 2018

¿Quién te abre la puerta?



Vienen las fiestas, los meses de verano, días de vacaciones. Es la etapa del año de días largos y de noches que invitan a salir.
Salir…
¿Con quién?
¿Qué hacer?
¿Dónde ir?
Pensando en estas cuestiones uno mira con quién cuenta de verdad, quiénes están disponibles y de qué manera. Y por supuesto, el análisis incluye  el “viceversa”.
¡Esto pasa cuando  uno tiene tiempo, reflexiona!!!!.
Llegan a la mente quiénes vienen seguido a verte, quiénes te viven llamando, quienes te proponen cosas y a quien no ves hace mucho.
Y en eso hacés el click. ¿Quiénes abren la puerta de su vida y de su casa para compartir un rato (un rato tan valioso que no hay cifra que  represente ese momento)?
Porque considero que no es lo mismo la amistad de café,  esa gente que solo te invita a algún lugar “para tomar algo”.
Es lindo, sí. Viene bien salir y despejarse, sí. Está bueno conocer lugares nuevos, sí. Pero también es importante abrir la casa de uno para que ese que elegiste de amigo conozca tu orden y desorden, el aroma de tu hogar, tus rutinas, tu alimentación, la forma en que está decorado tu mundo.
La casa muestra quién sos, qué te pasa y cómo pensás; y eso también está bueno compartirlo.
Todo en su justo equilibrio. El cafecito/cerveza/asado o lo que sea con amigos; y el encuentro íntimo de “compartimos lo que hay en casa”.
Abrir las puertas de nuestro hogar  (por supuesto, a personas elegidas y queridas) es otra manera de limpiar las heridas del corazón. Brindarse, dar lo que uno es, tiene y puede es sanarse;  con el plus agregado de  hacer sentir cómodo al otro. Así el círculo se cierra con el ganar – ganar porque la CONFIANZA se instala en las dos partes.

Una amiga de la juventud me hizo replantear cómo se vivía en Zárate hace 20 años atrás: el que pasaba por tu casa, tocaba el timbre y era muy bien recibido con lo que había y sin tanto pudor por el aspecto de la casa;  y lo mejor era que no había un motivo para pasar.  Se pasaba y punto, porque el querer estar no tiene mucha explicación.
Eso se fue perdiendo y en la gran ciudad, más. Ahora hay que pedir audiencia con un mes de anticipación para tomar unos mates con alguien.

Esa amiga me recordó la hermosa sensación de ser bienvenida en otra casa. Es tan maravilloso saber que podés ir en cualquier momento y no molestás, que siempre hay una conversación interesante, un trámite para hacer, o nada.

Invito a visitar y a dejarse visitar más. Es tan lindo…


                                                                                           Lic. Ivana Rugini

viernes, 19 de enero de 2018

La importancia de un buen médico.

La importancia de un buen médico.

Pedí turno con el pediatra de mi hija para el chequeo semestral sin saber lo movilizante y esclarecedor  que iba a ser ese “control”,  ni podía anticipar que el control iba a ser para mí…
Fuimos. A la pregunta inicial de siempre  de él hacia la nena y a la respuesta de costumbre de ella hacia el doctor, yo viré el resto de la conversación con un comentario acerca de esta etapa en la que los chicos están tremendos  …
A lo cual, el doctor dirigió su mirada suave pero con la firmeza  de la sabiduría, enteramente a mi hija y yo pasé a ser una voz en off que acotaba de vez en cuando.-“Jugar a tener novio está bien, pero no está bien tener novio a esta edad. Para un pico sos chica (9 años) y tener novio implica dejar de jugar con las muñecas, de estar con amigas para pasar a otra instancia que ya no es la infancia”
A un bocadillo que pude mechar, él siguió “está bien que te guste un chico y que gusten de vos. Está bien que sea cosa de chicos que uno venga con un regalito, siempre y cuando sea espontáneo y no incentivado por un adulto; porque un mayor no tiene que estimular ni empujar al menor a tener novio.

Viendo que mi hija captó la idea  tiré otro tema:  CELULAR!!!!!  
Y el doctor arrancó: “ en este momento a los nenes se los quiere independizar pronto para igualarlo a los padres de 40 que se colocan en una postura adolescente; entonces, ya no hay límites, porque papá es uno más: compinche, amigo y canchero.
Así que al chico se le da algo de grande habilitándolo a que parezca grande y el grande se comporta como un chico. En esa relación de igual a igual no hay límites, freno, no hay un referente (eso es un agregado mío).
Sí, jugar con el celu de mamá o de papá; porque jugar se puede. No  se trata de negarle el entretenimiento, pero también  el adulto debe mirar y medir lo que hacen y cuanto tiempo.
Me vino como anillo al dedo y grite, entonces ¿cuándo hay que comprarle el celular?
Cuando ande sola por la calle.  A los 12 o 13 años, porque antes va a estar siempre acompañada de un adulto.

Y llegamos al tema de bulling.  Ya ni sé cómo tocamos ese tema. Pero él tiene respuesta rápida para todo; así que arrancó: “ en nuestra época no había tanto bulling porque había papás. Un papá o mamá llamaba al del otro, le contaba lo que había pasado y el padre del agresor hablaba con su hijo y le ponía los puntos en el acto, lo ubicaba. (estas son mis palabras, )
El problema es que no hay un padre que frene al pibe que lo hace.

Y volviendo a perder la infancia le cuento lo del robo que ella presenció y sufrió y mi frase trillada “perdió la infancia”.  Su respuesta fue No. Ella no perdió la infancia porque remite a una madre. Sigue estando bajo el ala de mamá que le da herramientas y recursos  y también le permite tener miedo y llorar. Hay que  permitirle ser niña. Perder la infancia aquí sería decirle a la nena: “superalo”.

Ese día no sé cuánto creció de altura ni cuanto pesó mi hija. Sé que mejoramos las dos gracias a un excelente médico que indica medicación cuando es necesario y da información  en el momento justo.



                                                                       Lic. Ivana Rugini

viernes, 12 de enero de 2018

Toda una vida



Me siento grande y los dolores no se van.
Siento que quiero hacer muchas cosas pero el cuerpo no me da.
 Quisiera disfrutarte y no quiero molestarte. ¿Cómo se hace?
Quiero verte seguido pero también quiero que tengas tu vida lejos de tantas pastillas, tensiómetro, y visitas a los doctores. Si todavía puedo ir yo a buscar la receta, para qué te vas a venir? .Quedate allá que vos tenés tu vida.
Quiero estar bien para vos pero no estoy bien conmigo. Hay partes de mi  cuerpo que desconozco. Mis piernas ya no son mis piernas. Están hinchadas, ya ni tobillos tengo.
Caminar ya no camino, siento que piso como si fuera un colchón de agua.
Me dicen que no me mueva, que no baje escaleras, que no venga con bolsas, que no me esfuerce, que no me haga mala sangre, que me tire a dormir la siesta y vea la televisión. ¿Eso es vida? ¡¿No hacer nada!?

Lo que antes quería y podía comer, ahora  me lo prohíben o me cae mal. ¿Cómo puede ser que lo que comí toda la vida ahora me caiga mal? Escuchame…
Me frustra ya no hacer lo que hacía hasta no hace mucho.
Me enojo con facilidad, ya lo sé. Aunque no me doy cuenta cuando contesto mal o estoy chiflado.
Sí, te veo frenando mi temperamento, como si quisieras calmarme todo el tiempo.
¿¡Y como me voy a calmar!?
¡Mirá los precios de las cosas!
¡Mirá como tratan a los jubilados!
Como si ellos no fueran a llegar a viejos… hasta un tipo se hizo el que me conocía, paró su bicicleta, me dio la mano para saludarme y me robó el anillo de casado…. ¿Te parece a vos?
¿Cómo no me voy a enojar?
Si veo que la casa se viene abajo y yo no puedo agarrar  ni el pincel para pintarla yo, yo y yo. Porque yo la hice. Ladrillo por ladrillo.  A lo chambón como soy pero me construí mi casa. Tu madre quiere llamar a alguien para que arregle la instalación eléctrica. ¿Qué me contás? Si todo eso lo hice yooooooooo.
Me enojo porque ni llego a atarme los cordones y para no decirle a tu madre, ando así, con los mocasines desatados.
Me enojo porque no entiendo el telefonino y aprieto cualquier cosa.
Sí, ya sé que me lo explicaste y me lo vas a seguir explicando pero me molesta tener que preguntarte cien veces algo que ya sé que te lo pregunté cien veces antes y además, vos venís cada muerte de obispo.
Me enoja que no me llames  y también sé que cuando llamás no te quiero decir que acá el panorama es tétrico. Entonces quiero que me cuentes vos. Y vos no me contás porque querés que te cuente yo; como si lo que me pasa a mi fuera  más importante que lo que te pasa a vos.
Encima me decís que no me dejo querer. Y que querés????  Si me crié solo!!  Éramos diez hermanos y cada uno hacía lo que podía. Qué se yo lo que es que te quieran y te cuiden.
Me aconsejás que si el día está lindo vaya a la plaza a charlar con mis paisanos. ¿¡Con quién!? ¡Si ya no queda ninguno!.

Estoy pero no estoy.
Estás pero no estás. Ya te dije que no necesito nada. Estoy bien. Ya cobré la jubilación y con esto tiro…
Pero, ¿cuándo venís?



                                                                                          Lic. Ivana Rugini

Trascender la dualidad



A simple vista, nuestro mundo se rige por el principio de dualidad:
Lindo-feo
Joven-viejo
Bueno-malo
éxito-fracaso
y un largo etcétera.

Creemos que uno tiene la razón y el otro es el que está equivocado.
Que si alguien no está de mi lado, es el enemigo.
Que si no tiene mi ideología, no sabe nada.
Si no trabaja de lo que yo creo que es trabajo, es un vago.

¿Cuántas personas hay así, tajantes, blanco o negro y rígidas?
Muchas, hasta que la vida, corroe la carcasa  para que uno aprenda a vivir en su vaivén.
Esa danza de la vida está claramente simbolizada en el yin y el yang.

“El yin yang es un principio de la filosofía china, en donde el yin y yang son dos energías opuestas que se necesitan y se complementan, la existencia de uno depende de la existencia del otro. El yin y yang es un símbolo de armonía debido al equilibrio que produce la interacción de las dos energías”
El ejemplo clásico de esta armonía de opuestos  es el día y  la noche. Danzan cíclicamente y así se deja de pensar en complementariamente opuestos, para disfrutar de cada uno en su esplendor hasta que venga el otro.
Me detengo hoy en lo que para mi fue y es  tan complicado de comprender, valorar y agradecer… Ese puntito blanco que  está dentro del espacio negro y ese puntito negro que está ligado y ya forma parte del espacio blanco.
La frase conocida que representa lo que este símbolo quiere explicar es:

 “En todo lo malo hay algo bueno y en todo lo bueno hay algo malo”.

Hace un tiempo que dejé de quejarme internamente por lo que considero triste, difícil o cuestionable;  dejando lugar a que lo bueno de la situación se me presente (porque aunque no lo vea a simple vista, por equilibrio, debe estar).
También dejé de desear vivir en la perspectiva extremadamente positiva, puramente optimista; porque ya resulta hasta fantasiosa.
 Entendí que a  la tristeza hay que atravesarla tanto como  a la alegría.
De quien nos desafía, hay que tomar el mensaje, como también hay que aceptar los halagos, el apoyo y el estímulo de quien los provea.
El esfuerzo hay que hacerlo para sentirnos dignos del descanso.
Las críticas hay que escucharlas porque nos ayudan a crecer.
Hay que vivir la enfermedad para valorar todo lo que nos permite  hacer la salud.
Las carencias hay que transitarlas porque nos marcan nuestras aspiraciones.
El movimiento de la luz y la oscuridad, de la inhalación y la exhalación conforman el equilibrio y la armonía de la vida. Se necesita de los dos polos para estar sanos, completos y plenos.

Es cierto que aprendemos a través del contraste, hasta que salimos de él. No porque ya no haya “situaciones desfavorables” sino porque se sale de rótulo bueno o malo  cuando se vive todo tal cual es con sus ventajas y dificultades.
Recuerdo la mirada de un señor que ante el nacimiento de un nieto, después de tomarlo en sus brazos y besarlo suspiró “estoy viejo”.
Agregó un rótulo a una situación y le plasmó toda la carga de vibrar en vida o muerte, en crecimiento o decrepitud, salud o enfermedad.
La nueva vida le confirmó el paso de sus años… Lo que no había en su mirada es la alegría indescriptible de tomar a un nieto en sus brazos gracias a haber vivido hasta ese momento para poder experimentarlo. Yin y yang


La dualidad está para trascenderla.
¿Cómo?
Por el “sendero del medio” (Buda).


                                                                                  Lic. Ivana Rugini