martes, 16 de octubre de 2018

Amor por el lugar de donde vengo





Pocas veces crucé el Puente Brazo Largo que separa la Provincia de Buenos Aires con Entre Ríos. Menos de las que me hubiese gustado.
Fue la última, volviendo de Concepción del Uruguay que algo se abrió en mí…

Me fui de Zárate a los diecisiete años con el objetivo de estudiar, y el ritmo fue tan vertiginoso que no me detuve a pensar cómo era mi vida antes,  hasta esa noche en la que desde el puente pude ver las luces de la bella ciudad en la que viví tantas experiencias.
Recuerdos a borbotones llegaron a mí.
El jardín N° 2 y la amiga entrañable que me regaló el paso por esa Institución. Hasta vino de yapa una familia postiza que quise y me quiso como una hija más.
 La Primaria en la escuela N° 3 y el poder andar sola por la calle desde muy chica; porque se podía, claro.
El Secundario elegido: el Nacional y lo inmenso que me pareció el primer día de clases.
La juventud en el Club Náutico, la colonia obligada y luego el lugar que le di al remo en mi vida, con el grupo de amigos que se formó.
El Club Paraná y el corto pero intenso tiempo que jugué al  voley.
El Círculo de Cultura en donde orgullosa, concurría al Taller de Teatro y pedía libros prestados de la Biblioteca.
Las primeras salidas al boliche y tomar mi casa de escala para los demás,  porque era la que vivía en el “centro”.
El primer amor.
La pizzería de papá y toda la resistencia que tenía de atender al público.
Diecisiete años resumidos en palabras pero con tantas emociones que son difíciles de  describir.

Hoy, que todo eso ya pasó hace tanto tiempo, toma otro valor porque esa es mi historia. No hay otra. Es esa, por más de que me tuve que endurecer para poder irme y así adaptarme a la Gran Ciudad. Vengo de ahí, de caminar por Villa Fox, de ir al Secundario tocando el timbre de las casas  de mis compañeros para llegar en caravana a la escuela.
Melancólicamente vuelve a mí la hermosa costumbre de esperar la tardecita de los sábados para ir a dar una vuelta sabiendo que  la Justa Lima se convertiría en el punto de reunión de todos los que quería ver.

Crucé hasta Entre Ríos pero al volver  mi niña interna le sacó el candado al arcón de los recuerdos para sorprenderme con una emoción olvidada: amor por el lugar de donde vengo.
Gracias Zárate y a cada uno que se cruzó en mi camino.

                                                                               Lic. Ivana Rugini

Autorrealización



La autorrealización es una virtud y,por lo tanto, se puede desarrollar. Los Juegos Olímpicos de la Juventud (2018) me trajeron ese concepto con claros ejemplos.
Cada atleta, para poder serlo, antes tuvo que haber desarmado y desafiado sus patrones mentales de desvalorización personal; porque los no puedo, no sirvo, soy menos que… están en todos los rubros y se pueden instalar desde corta edad.
Tuve la posibilidad de ir a algunas “competencias”, que yo llamaría espectáculos; porque como espectadora honré a cada  chico que mostró  en su minuto de fama, años de vocación,  de esfuerzo y  de rutina.
Del paseo por la Villa Olímpica rescato las aclaraciones con las que se tiene que tomar el deporte, y no viene mal refrescarlas…



 La carta a los padres me llamó la atención porque nuevamente me mostró que en esta fase de la vida también  hay que recordar que la autorrealización es personal y viene de la mano de  acompañar a nuestros niños y jóvenes en sus elecciones, sin depositar en ellos  el peso de nuestros caminos truncados, ni tampoco el del del éxito alcanzado.

Lic. Ivana Rugini