Pocas veces crucé el
Puente Brazo Largo que separa la Provincia de Buenos Aires con Entre Ríos.
Menos de las que me hubiese gustado.
Fue la última, volviendo
de Concepción del Uruguay que algo se abrió en mí…
Me fui de Zárate a los
diecisiete años con el objetivo de estudiar, y el ritmo fue tan vertiginoso que
no me detuve a pensar cómo era mi vida antes, hasta esa noche en la que desde el puente pude
ver las luces de la bella ciudad en la que viví tantas experiencias.
Recuerdos a borbotones
llegaron a mí.
El jardín N° 2 y la amiga
entrañable que me regaló el paso por esa Institución. Hasta vino de yapa una
familia postiza que quise y me quiso como una hija más.
La Primaria en la escuela N° 3 y el poder
andar sola por la calle desde muy chica; porque se podía, claro.
El Secundario elegido: el
Nacional y lo inmenso que me pareció el primer día de clases.
La juventud en el Club Náutico,
la colonia obligada y luego el lugar que le di al remo en mi vida, con el grupo
de amigos que se formó.
El Club Paraná y el corto
pero intenso tiempo que jugué al voley.
El Círculo de Cultura en
donde orgullosa, concurría al Taller de Teatro y pedía libros prestados de la
Biblioteca.
Las primeras salidas al boliche
y tomar mi casa de escala para los demás, porque era la que vivía en el “centro”.
El primer amor.
La pizzería de papá y
toda la resistencia que tenía de atender al público.
Diecisiete años resumidos
en palabras pero con tantas emociones que son difíciles de describir.
Hoy, que todo eso ya pasó
hace tanto tiempo, toma otro valor porque esa es mi historia. No hay otra. Es
esa, por más de que me tuve que endurecer para poder irme y así adaptarme a la
Gran Ciudad. Vengo de ahí, de caminar por Villa Fox, de ir al Secundario
tocando el timbre de las casas de mis
compañeros para llegar en caravana a la escuela.
Melancólicamente vuelve a
mí la hermosa costumbre de esperar la tardecita de los sábados para ir a
dar una vuelta sabiendo que la Justa Lima se convertiría en el punto de reunión de todos los que quería ver.
Crucé hasta Entre Ríos
pero al volver mi niña interna le sacó
el candado al arcón de los recuerdos para sorprenderme con una emoción olvidada: amor
por el lugar de donde vengo.
Gracias Zárate y a cada
uno que se cruzó en mi camino.
Lic. Ivana Rugini