martes, 8 de enero de 2019

Hijo, ya no puedo más… Carta de una madre a un hijo con discapacidad mental.




El hogar que te di ya no te hace bien, ya no cubre tus necesidades que cada vez son más e inabarcables para mí.
Reconocer cuándo era el momento fue muy difícil, creo que no hay una palabra que describa ese instante.
Prepararte el bolso, contarte de mis intenciones, planificar el traslado me hace sentir la peor persona o la peor madre del mundo. No puedo escuchar a los que  dicen que te va a hacer bien, que vas a tener estimulación, talleres y salidas.
Solo veo que te vas para dormir en otro lado, te vas para vivir en otro lado;
con gente que te puede contener mejor porque yo te amo como antes, como siempre, pero ya no puedo cuidarte tanto como lo hacía.
¡¿Cómo son las vueltas de la vida, mi amor?!  Yo te traje al mundo, te desee, te esperé y al conocer el problema que tenías pensé que iba  a poder…¡Qué íbamos a poder, vos y yo juntos!
Busqué médicos, remedios nuevos, escuelas, instituciones donde puedas socializar y mejorar tu calidad de vida; pero ahora me veo grande, buscando otra clase de lugar, uno en el que rearmes tus rutinas, tus gustos y tu gente.
Pasaron años, muchos, y estuve siempre al frente con la voluntad entera de sacarte adelante, dejando de lado mis achaques y dolores que ya ni recuerdo todos los que tengo.
Existen ciertos momentos de reflexión donde uno reacciona en que no puede hacer todo, que ya es tiempo de delegar.
Delego la preocupación  constante de cómo estás, si estás abrigado, si necesitás que te  cambie el pañal, si tomaste el suficiente líquido para que “bajen ” las ocho pastillas que tomás tres veces al día, si dejaste la hornalla encendida, si cerraste la puerta, si saliste a caminar y vas a volver, si te cruzás con alguien que se aproveche de tu condición…

Te amo, sos carne de mi carne.

Pido perdón, no sé si a Dios, a vos o a mí misma.
Vivo pidiendo perdón por darme cuenta de que las fuerzas se acabaron. Vos no tenés la culpa de nada y muy en el fondo  sé que yo tampoco.

Sueño, aspiro, deseo y rezo porque te quieran como yo, te amen y te cuiden como yo. Sé que es pedir mucho, pero es lo que pido.
Suelto por no poder más.  SOLO DIOS SABE LO CANSADA QUE ESTOY.

Vos estás en un nuevo Hogar, yo no sé dónde quedo.

Y la vida sigue… para tristeza mía, para el bien de todos.

                                                                                      Lic. Ivana Rugini