lunes, 19 de marzo de 2018

Los que causan rechazo




¿Qué le pasa a una mamá cuando su hijo no es de los niños agradables, dulces, tiernos, obedientes y simpáticos?
Se me presentó el registro vívido y nítido de la VERGÜENZA que sienten esas madres que ven lo que sus hijos provocan en otros…
Cuando una fantasea con la maternidad, no existe la posibilidad de que su hijo no sea aceptado por el entorno, pero la realidad supera cualquier fantasía, y hay hijos que causan rechazo.
Por supuesto que toda actitud o conducta de un niño puede ser leída por un profesional y conocer qué hay detrás, qué necesita esa criatura.
Pero esta vez me detengo en leer la tristeza, la desazón y la vergüenza que siente la mamá  de ese chico.

La crianza conjuga amor y educación; y en el desarrollo de ese pequeño debe tener lugar el despegue de los brazos de la madre para que lo tomen las manos de otras personas (familiares, amigos y docentes).
Pero cuando esa mamá se siente, o literalmente, está sola y no puede soltar al chico aunque quisiera porque del otro lado no hay nadie que lo agarre,
cuando ve profesionalismo en las maestras pero no amor,
carisma, pero no ternura…
Cuando ve buena intención por parte de sus compañeros,
esfuerzo por soportarlo, pero no amor; duele.
Cuando a un hijo lo miran de costado entre estudiándolo y notando que algo raro tiene, perfora el corazón.

Hay cuadros que causan lástima, pero hay otros que generan Rechazo…

¿Qué siente la mamá que es mirada, señalada, cuestionada, interpelada… porque su hijo no se porta “bien”, no se sienta “bien”, no come “bien”, no pide “bien” las cosas, interrumpe e irrumpe, corre, pega y muerde?.
El niño ya deja de tener nombre, para pasar a ser:
el que golpea,
el que grita,
el quisquilloso,
el que no come con cubiertos,
el que mastica con la boca abierta,
el que se limpia la boca con la manga,
el que no para,
el enojado,
el que rompe todo, etc.

Voy a correrme del abordaje psicológico del niño, para registrar a esa mamá.
Lo primero que suele sentir es enojo hacia los otros que no tienen paciencia, no entienden y no saben. Y no, no tienen por qué saber lo que le pasa internamente a ese chico y cómo encara su crianza esa madre. ¿Cuánto hace y cuánto no puede, cuánto cree que hace bien pero genera un mal mayor?
La clave está en no rendirse, en no resignarse a que “ya hice todo lo que pude, ya está, es así”.
El entorno necesita ver compromiso, entereza y ser guiado para poder aportar su granito de arena en la educación de ese chico y la contención de la familia.
Habrán escuchado: “y de esos padres ¿qué podes esperar???”…
Con esa frase el entorno manifestó que también se resignó. Ya no apuesta más ni por los grandes ni por el pequeño.
Buscar ayuda profesional es la solución para el niño que precisa que lo encuadren, para la madre que precisa que le digan cómo, y para el entorno que quiere colaborar sin pasar por arriba de la voluntad y los tiempos de la familia.

El diagnóstico no sólo le sirve a los médicos y profesionales de la salud para encaminar los recursos, sino a la familia y sus seres cercanos porque cuando se identifica el problema, se conoce cómo hay que intervenir, cuál es el pronóstico, se manejan las expectativas y se encauza la ayuda en red; y así la convivencia se hace más “fácil”, ya que cada uno sabe qué hacer y qué esperar.

Si no hay un diagnóstico formal, hay uno informal: “ hiperactivo, caprichoso o el que más le duele a una madre, malcriado”.

Quedarse en la vergüenza es hacer más grande un problema.
Porque cuando lo que sobresale es lo lindo, es un orgullo. Pero cuando lo notorio es un defecto, de nada vale enojarnos, hay que hacer algo en consecuencia, no ensimismarse.

Como hay alguien que juzga, hay otro que comprende. Como hay alguien que ignora, hay otro que se compromete. 
La vergüenza carcome, pedir ayuda, libera.

Lic. Ivana Rugini









lunes, 12 de marzo de 2018

Cuando un hijo no llega (Carta de Él a Ella)


Amor, vamos a estar bien. Despreocupate. Estás muy tensa.
Así no se puede. No está bueno ni para vos ni para mí.
Voy a averiguar para consultar con otro médico.
Mi vida, sos mi mujer con un hijo o sin él. Llevemos una vida feliz también en la búsqueda y espera. Sin obsesiones.
Valoro cómo arremetés con todos los trámites, averiguaciones y cambios de agenda que hay que hacer, cómo sin dudar te hacés estudios invasivos sin quejarte. Solo llorás porque nada da resultado, pero no manifestás el dolor físico. Sé que duelen, molestan las inyecciones, las aspiraciones, los análisis de sangre, tomar tantas pastillas y dejar el resto de tu vida en pausa para acomodar la agenda a las futuras consultas médicas.
Te adaptas más rápido que yo a esta vorágine. Pero a veces siento que lo único que te haría feliz en la vida es un hijo. ¿Y yo? ¿Y nosotros? ¿Y tu carrera que tanto luchaste por terminar y hacer trayectoria en ella?
Se nos van los años invirtiendo en tratamientos y hablando de tratamientos
La familia ya la construimos porque nos tenemos, porque nos elegimos para el día a día porque nos queremos y cuidamos. Pero a vos no te alcanza. Se hace complicado convivir así.
Antes solo te arrimabas los días en que estabas fértil, ahora ni eso.
Me da bronca que me cocifiques y miedo a que no me mires ni de esa manera.
Yo te banco, porque esto de “no poder” nos golpeó a los dos.
Todos tienen hijos, buscados o llegados de improviso, de más jóvenes o más viejos pero les llega su momento de ser padres y a nosotros????
Te conté que una pareja conocida  está analizando la idea de adoptar. ¿Por qué no averiguamos?
No te encierres. Yo sigo viéndote como mujer, como mi mujer. Sos vos la que te estás yendo….
No sé por qué nos pasa esto, pero nos pasa a los dos. En ningún momento  hice un comentario despectivo hacia vos. Solo estoy triste.
Yo también esperé mucho sentirme fuerte y maduro para afrontar ser padre y tener lo necesario para que no nos falte nada.
Hace tiempo que es mi momento, nuestro momento. Pero yo no manejo los plazos ni la llegada de un hijo, vos tampoco y los médicos, aunque intenten, no pueden garantizar nada.  ¿Con quien nos vamos a enojar?  No te la agarres conmigo…
No te pido que  detengamos la búsqueda, te pido  que estemos unidos en el mientras tanto y que me mires con amor. Si no, de nada vale todo lo que estamos emprendiendo.



                                                                           Lic. Ivana Rugini

Cuando un hijo no llega (Carta de Ella a Él)


Algo en mi cuerpo anda mal, no funciona.
Mientras los médicos buscan cuál es el problema, el tiempo pasa y yo me siento “fallada”.
Y el tiempo corre, vuela, se esfuma. De un estudio a otro pasan meses. Inyecciones, óvulos, progesterona, aspiración y esperar con ansiedad a que me digan cuáles son los siguientes pasos.
Los años se esfumaron, la ilusión de ser mamá, no.
Nuestros amigos insisten en que adoptemos, que me abra a esa idea.
No entienden, parece que como a todos les vino naturalmente, no comprenden que mis ganas son de sentir a mi hijo en la panza, de sentirlo mío, de darte un hijo a vos, de ser fértil para vos y cumplir mi función de mujer.
Y tener un hijo nuestro, con nuestras facciones, con nuestra genética, con el color de ojos de mi abuelo o del tuyo.
¿Por qué las otras mujeres si y yo no? ¿Por qué hay quienes tienen hijos como conejos y yo ni llego a concebir uno con toda la parafernalia con la que me manipulan de todos lados. Ya me duele tanto todo: el útero, las trompas, el endometrio y no sé cuántas cosas más que me llenan de contraste para estudiar si hay alguna zona tapada. El corazón tengo tapado de tantas desilusiones!!!!
Ya sé que no tengo que comparar, que no es por ahí cómo se consiguen las cosas. Pero ¿por qué unos tantos y otros nada.?
Si solo quiero algo tan simple y único como tener un hijo en mi vientre.
Tengo tanto para dar.
Esperé tanto el formarme, estabilizarnos como pareja, conseguir nuestro techo, tener trabajo;  que ahora me pregunto para qué esperé tanto, por qué no me descontrolé un poquito, por qué nos cuidamos todos estos años si no era tan fácil concebir como creíamos…
Al final, si no programas tu vida sos una cabeza fresca (decía mi abuela)
y si la programás tanto, algo puede salir mal.
Solo quiero un hijo, mirarme en sus ojos, sentir su aroma y reconocerlo, fantasear con su nombre y rogar no sufrir los dolores de parto, hablar con otras embarazadas y contarnos acerca de los síntomas de cada trimestre o juntarme con mamá y que me cuente su experiencia por enésima vez.
Solo quiero un hijo.
Estoy dispuesta a hacer lo que haya que hacer, yo pongo el cuerpo. No te preocupes. Vos bancame mis arranques y cambios de humor, sabés que la batería de hormonas que estoy tomando otra vez, se hace sentir.
La panza se me infla como si estuviera de  cinco meses. Hasta me ceden el asiento en el colectivo. Lo que rescato de bueno, si puedo rescatar algo, es que ensayo lo que se siente, cómo se enternece la gente y con qué delicadeza me trata el que no me conoce. El que sí me conoce, y me ve hinchada como un sapo pone cara de lástima por mí, que nuevamente intento. Me mira como diciendo “pobre, no se resigna”.
Y no, no me resigno. Me frustro pero sigo, hasta los médicos, en los intentos anteriores me hicieron la escena “ ¿Cómo que no funcionó??? ¡Si eran de buena calidad!!! ¡¡¡¡¡¡¿¿¿Ahora, yo los tengo que contener a ellos o explicarles qué pudo andar mal!!!????
También te estudian a vos.  Nunca lo hablamos tan seria ni abiertamente pero debe ser raro, vergonzoso e incómodo encerrarse en un baño y salir con un frasquito lleno.
Soy conciente de que yo pongo el cuerpo pero vos también. Solo que a vos te pesa más dejar la integridad en un frasquito.
Yo la integridad ya la perdí con tantos ultrajes al cuerpo, bomba de hormonas, especulaciones de qué día exacto debo hacer esto o aquello pero sobre todo se desmoronó mi alma cuando los médicos me diagnosticaron a mi como la infértil.
Que difícil es mirarte a los ojos, porque todos los dedos me señalan a mi como la del problema. ¿Con qué ganas me voy a acercar a vos?
Me doy cuenta de que vos tampoco sabés cómo mirarme. Hasta eso es complicado…
Supongo tu disyuntiva: No sabés si apoyarme en la idea de seguir probando o tranquilizarme.
Yo lo que sé es que quiero un bebé, mi bebé, de mi vientre. Acariciarlo en la panza, descubrir cada patadita, satisfacer cada antojo, dormir mucho  y justificadamente, comprar chucherías y hacer lugar en nuestro dormitorio  para un catrecito.
Estoy dispuesta, atenta, entregada a que un hijo modifique completamente mi vida. Quiero ser y estar para él.
Solo quiero ser mamá. ¿Es mucho pedir?

Lic. Ivana Rugini

viernes, 9 de marzo de 2018

Detrás de la adopción, preguntas.


(En la piel de una mujer que con su pareja se embarcan en el proceso de la adopción de un niño, este escrito se escribió de un plumazo.)

Buscamos, esperamos, investigamos, nos estudiamos, nos culpamos, cuestionamos nuestro amor, nuestra salud, nuestra edad y pese a todo, las ganas de ser papás era la única certeza.
La barrera biológica no iba a detener el amor inconmensurable que teníamos para darle a un niño nuestro; no a un vecino, sobrino, hijo de alguien; ni perro ni gato ni canario… Necesitábamos un niño que sintiésemos nuestro aunque haya nacido de otros.
Estábamos en el momento justo de entrega total, preparando la casa para otro integrante; haciendo los cambios requeridos para “calificar como aptos”, hasta nos mudamos buscando un ambiente más que fuera la habitación de nuestro príncipe.
También entendimos que como nosotros estábamos en una posición de dar amor, del otro lado debía haber un niño que esperara con ansias nuestros abrazos y mimos.
Empezamos con los trámites y evaluaciones.
Las entrevistas, citas y preguntas fueron varias, pero las más intrigantes eran las internas:
¿En qué nos estamos metiendo? ¿Y si nos arrepentimos? ¿Y si es uno de la pareja el que recula?
¿Cómo será? ¿De dónde vendrá? ¿Qué gustos y costumbres tendrá? ¿Nos querrá? ¿Será una buena persona? ¿Qué edad tendrá? ¿Lo habrán tratado bien?
¿Podremos con todo? ¿Funcionaremos como una familia?
Y con todo eso sin responder, nos llamó el juzgado.
¿De quién es el dedo que unió pareja – chico, como si fuera un juego de coincidencias? ¿Sabrá la magnitud que su decisión tiene para nosotros?

Fuimos a conocerlo. El primer encuentro fue una  visita a la institución que lo albergaba. Me sentí concebir y parir a la vez, abreviadamente todo junto. Fantaseé tanto ese primer contacto visual, esperando que en esa primera mirada se produzca la magia del chispazo de amor que nos una más allá de los papeles…
Ahí caí en la cuenta de la importancia de los nueve meses, tanto para la madre como para el hijo, y por supuesto para el padre… Yo no tuve tiempo de adaptación física que me haga registrar el cambio que se avecinaba,  no  tuve tiempo para trabajar la paciencia con la que una embarazada tiene que observar como su hijo se adueña de su cuerpo y limita más y más sus movimientos, no tuve tiempo de él en la panza para que se vaya acostumbrando a mi voz,  a mi forma,  a mis ritmos. No hubo antojos que me muestren lo que le gusta pedir y a mí, comer. Hasta ahora tuve una idea amorosamente abstracta de lo que era tener un hijo; pero tener frente a mí a un hijo real  hizo que estallaran más preguntas:

¿Recordará a su madre? ¿Conoció a su padre? ¿Me comparará? Se sentirá protegido por mí? ¿Qué historia arrastra? ¿Tendrá secuelas de su travesía hasta hoy?
Otras madres cuentan de una manera tan natural cómo el instinto se activa y pueden interpretar rápidamente lo que el chico precisa
Y yo que recién escucho su voz por primera vez y tengo que  reconocerla y decodificarla, yo que toco sus mejillas por primera vez y me tiene que brotar besarlas, yo que tengo que sentir como familiar su aroma y me tengo que sentir a gusto con sus modos que son tan ajenos a mí… ¿Cómo hago?
La única respuesta a tantas preguntas es dar lo mejor de mí, dejar que la mente se aplaque y el corazón se suelte.
Somos una familia.

                                                            Lic. Ivana Rugini




viernes, 2 de marzo de 2018

Superar la adversidad


Discriminación
Humillaciones
Soledad
Cobardía
Inmadurez
Pereza
Rencor
Desilusión
Comparación
Competencia
Persecución
Muertes cercanas
Ser desplazado/a
Abandono
Pobreza
Maltrato
Exigencias
Desamor
Guerras
Enfermedades
Envidia
Injusticias
Accidentes
Catástrofes climáticas
Traiciones
Robos
Culpa (no la sensación, sino ser culpable)
Adicciones
Hábitos nocivos
Ambición extrema
Inseguridad
Desdichas
Secretos
Fracasos
Malas elecciones
Mentiras
Obsesiones
Locura
Terquedad
Incapacidad
Encarcelamiento
Desolación
Herencias que son cargas
Maldiciones
Fanatismo
Violencia
Añoranza, melancolía por lo que fue
Insatisfacción
Indiferencia
Estar a destiempo: no estar en el momento justo y lugar adecuado.
Dependencia emocional, y un largo etcétera…

A todos nos atraviesa alguna situación o más de una, a la vez.
Estas cuestiones nos unen, nos hermanan; porque todos tenemos alguna herida, un problema o un obstáculo a superar.
Identifiquemos qué tenemos que sanar, sabiendo que todos los demás están transitando  otro tipo de escollo, quizás muy diferente al nuestro, pero que nos lleva a cruzar la misma puerta si queremos salir: la del Perdón.
Todos tenemos que perdonar algo,  perdonarnos algo o pedir perdón por algo. En  el rompecabezas de la vida no hay piezas sueltas.
Siempre  hay un aspecto que modificar, una encrucijada de la cual salir, decisiones que tomar para poder transitar la vida desde otra perspectiva y avanzar.
Esa es la meta. Avanzar, no quedarse estancado en el mismo pensamiento, en el mismo dolor, en la misma posición que años atrás.
Con avanzar no me refiero a  ascender de nivel o de puesto de trabajo, me refiero  a ver que la vida cambia y tengo que acompañar esos cambios…

Avanzar implica soltar lo que te detiene.
Hay una frase que resume este proceso:
“Te perdono, me perdono, perdoname”.
Al repetir estas palabras varias veces estoy demostrando que no soy el que era, no pienso como antes, no hago lo mismo que hice, no castigo ni merezco castigo y estoy dispuesto a abrirme a la vida  nuevamente.
No es que justifico y me quedo cerca de lo que me lastimó. No!! LO SUELTO. Ya no ocupa lugar en mi vida. Ese espacio lo dejo para lo bueno que vendrá.
Si no dejo espacio, lo bueno no puede llegar.
 La gravedad de cada situación tiene distinta intensidad  y hasta eso es un término relativo.  El cómo se vive es lo que cuenta, no lo que sucedió.
Hay gente abusada con mayor resiliencia
Hay gente arrasada por incendios e inundaciones con mayor desapego
Hay gente que elige vivir en zonas con movimientos telúricos respetando a la tierra y sus leyes…

Ante la adversidad me enseñaron a decir: “Ni para mi ni para nadie”.  De esta manera no se  desea a otros el mal que uno atravesó, no se juzga, no se reprocha y sí se atrae la esperanza de un futuro nuevo y bueno.

A seguir avanzando, porque como dijo Richard Bach
“La  prueba para descubrir si tu misión en la tierra ha concluido es sencilla: si estás vivo, no ha terminado” 


                                                                                     Lic. Ivana Rugini