Al fin siento que estoy aprendiendo a vivir. No sé cómo pensaba antes.
Bah, sí. Creía que siempre iba a haber un después indeterminado, que usaba de
consuelo cuando en el camino había barreras
que bloqueaban la acción, el sentir o el pensar diferente.
Noto que la gente se va, no solo por muerte sino por fuerzas, por ciclos cumplidos, por modas, por
viajes, por trabajo… y para cuando confluye en un mismo lugar tu acción, tu
sentir, y tu pensar; ya con el que
querías compartirlo, no está, no quiere
o no puede.
Y es así como el concepto sincronicidad
empieza a tomar un valor
inconmensurable.
Cuando somos chicos tenemos fuerza y energía inagotables, el tiempo a
disposición pero las reglas y el dinero son de los padres y tutores que marcan
lo que hacer, tener y experimentar.
En la vejez hay menos obligaciones pero lo que limita es el cuerpo, los
dolores y el cansancio.
La mediana edad nos hace oscilar entre limitaciones y despertares. En ese vaivén, en algún momento nos vemos
empujados a comprender que los amigos de hoy son de hoy (mamás de la escuela
que hacen “puerta” del primer hijo y necesitan compartir ese rato con otras
para mitigar la angustia del desapego).
El trabajo de hoy es de hoy. Mañana cambian los compañeros, viene la mudanza de edificio,
el cambio de sector o el despido/ renuncia/jubilación.
Los horarios de hoy son de hoy y hay que adaptarse a dormir lo que se
puede y cuando te dejan.
El barrio de hoy es el de hoy. Mañana harán más edificios, demoliendo
las casas que son como mojones para los que no sabemos las calles.
El dinero con el que contamos hoy es de hoy y hay que saber vivir con
eso.
Pero sobretodo, la salud de hoy es lo más sagrado y, por lo general, no tan observable.
Si hay salud, hay trabajo, amigos, encuentros, y diferentes opciones de
gastar e invertir el dinero.
Si hay que ir a consultar a un médico, no vale un después.
Si hay necesidad de ver a alguien, el afecto no resiste un después.
Si es momento del amor, no lo esquives porque después las ganas no son
las mismas.
Si hay que tomar una decisión, postergarla es como tomar veneno que
carcome y desintegra.
Si hay que ponerle un límite a alguien, dejarlo para después es terreno
que gana el otro y es perjudicial para todos.
La Sincronicidad se convierte en un tesoro.
En el universo hay de todo pero
desparramado. La sincronicidad es un
llamado interior con efecto exterior para atraer distintas variables en un
mismo momento y lugar.
Estemos atentos a esos haces de luz porque la máquina que nos controla
tiene el: “ lo dejamos para después” como respuesta automática…
Lic. Ivana Rugini