martes, 7 de mayo de 2019

Sincronicidad


Al fin siento que estoy aprendiendo a vivir. No sé cómo pensaba antes. Bah, sí. Creía que siempre iba a haber un después indeterminado, que usaba de consuelo cuando en el camino había  barreras que bloqueaban la acción, el sentir o el pensar diferente.
Noto que la gente se va, no solo por muerte sino por  fuerzas, por ciclos cumplidos, por modas, por viajes, por trabajo… y para cuando confluye en un mismo lugar tu acción, tu sentir, y tu pensar;  ya con el que querías compartirlo, no está,  no quiere o no puede.
Y es así como el concepto sincronicidad empieza a  tomar un valor inconmensurable.
Cuando somos chicos tenemos fuerza y energía inagotables, el tiempo a disposición pero las reglas y el dinero son de los padres y tutores que marcan lo que hacer, tener y experimentar.
En la vejez hay menos obligaciones pero lo que limita es el cuerpo, los dolores y el cansancio.
La mediana edad nos hace oscilar entre limitaciones y despertares.  En ese vaivén, en algún momento nos vemos empujados a comprender que los amigos de hoy son de hoy (mamás de la escuela que hacen “puerta” del primer hijo y necesitan compartir ese rato con otras para mitigar la angustia del desapego).
El trabajo de hoy es de hoy. Mañana cambian  los compañeros, viene la mudanza de edificio, el cambio de sector o el despido/ renuncia/jubilación.
Los horarios de hoy son de hoy y hay que adaptarse a dormir lo que se puede y cuando te dejan.
El barrio de hoy es el de hoy. Mañana harán más edificios, demoliendo las casas que son como mojones para los que no sabemos las calles.
El dinero con el que contamos hoy es de hoy y hay que saber vivir con eso.
Pero sobretodo, la salud de hoy es lo más sagrado y, por lo general,  no tan observable.
Si hay salud, hay trabajo, amigos, encuentros, y diferentes opciones de gastar e invertir el dinero.

Si hay que ir a consultar a un médico, no vale un después.
Si hay necesidad de ver a alguien, el afecto no resiste un después.
Si es momento del amor, no lo esquives porque después las ganas no son las mismas.
Si hay que tomar una decisión, postergarla es como tomar veneno que carcome  y desintegra.
Si hay que ponerle un límite a alguien, dejarlo para después es terreno que gana el otro y es perjudicial para todos.
La Sincronicidad se convierte en un tesoro.
 En el universo hay de todo pero desparramado. La sincronicidad  es un llamado interior con efecto exterior para atraer distintas variables en un mismo momento y lugar.
Estemos atentos a esos haces de luz porque la máquina que nos controla tiene el: “ lo dejamos para después” como respuesta automática…


                                                                                       Lic. Ivana Rugini