viernes, 28 de diciembre de 2018

Ritmo





Nos avisaron que los pájaros son los dueños y protagonistas del lugar.
Nos advirtieron que no nos asustemos si sentíamos ruido en la ventana desde temprano, pero “ese” ruido sacude hasta con aviso previo.
Distintas clases de  pájaros carpintero: blanco, común, real común, campestre y lomo blanco nos rodeaban. Por donde miremos, estaban.
Por supuesto que fuimos adrede a  uno de sus  habitats naturales; en este caso, Traslasierra, Córdoba
Más allá de que sea difícil identificarlos visualmente, su trabajo se hace notar; así que tuve que recurrir a la enseñanza de la naturaleza para conocer cuál era el mensaje de esta clase de ave que tanto se empecinaba en sobresalir.
Como se alimenta de larvas e insectos que habitan en el interior de los troncos, se ve obligado a perforar con su pico. Lo primero que marca es que el sustento hay que buscarlo y trabajar duro por él. No le es regalado ni es de fácil acceso.
Lo segundo que enseña es que a pesar de poder trepar  hasta la altura deseada y contar con un pico que le permite golpear el tronco hasta agujerearlo, en el ritmo de su hacer está la clave para el éxito.
De nada sirven golpes aislados sin constancia.
Registrar esto me llevó a pensar en tanta gente, sobretodo los jóvenes, con ganas de encontrar un trabajo; quizás el primero; pero se concentra cada tanto en ello, presenta algún curriculum esporádicamente o lo evita si hay que hacer fila. El esfuerzo no es tenido en cuenta. La perseverancia tampoco.
Especialmente para estos casos, el animal de poder es el pájaro carpintero, quien con su presencia le muestra al mundo el poder que tiene el ritmo en realizar las tareas. Su gran maestría es la perseverancia en lograr los objetivos.

Para quienes la pereza es cotidiana, la confusión toma gran parte del día, y el tiempo se diluye sin haber alcanzado nada, esta criaturita con su sola existencia guía hacia la idea de que lo primero es el sustento; hacía allí hay que enfocar y hacer los primeros movimientos.
Priorizar el trabajo para alimento, abrigo, techo y salud; después para lo que el libre albedrío indique.


                                                       Lic. Ivana Rugini

El Edén




Siempre nos espera algo que nos sorprende, nos despabila y nos ilumina.
No sé cómo llegamos allí, a esa página web, a la llamada telefónica, y a la reserva. Todo indica que la  VIDA nos guió para poder conocer y hospedarnos en el “El Edén”, un complejo hermoso en Los Hornillos, Córdoba.
Las sierras, las  plantas y la variedad de flores le hacen honor al nombre, pero las aves… le pusieron el sello.
Los colibríes irrumpen de a montones sin ser llamados, pero cuando sí son convocados al atardecer cuando Norma les llena  el bebedero con agua y azúcar, el despliegue que hacen es digno de detener lo que se está haciendo para observarlos. No solo para mirarlos, sino para captar su enseñanza.
Los nativos consideran a esta bella y pequeña criaturita como un símbolo de la adaptación rápida a los cambios; ya que la velocidad que toma puede ser detenida inmediatamente.  
¡Parece flotar y modificar su recorrido con tanta facilidad!
 Listo! Fue eso, un segundo; tal vez menos en tiempo pero muchísimo en profundidad. Algo en mí hizo una recopilación de decisiones, de avances, de estancamientos y las historias de otros también desfilaron por mi mente. A cuántos les gana la tendencia de  no  reflexionar sobre la marcha, de moverse porque sí, de avanzar a toda costa sin poder animarse a cambiar el curso de algún aspecto de su vida  o de toda completa. Y así pasan los años haciendo siempre lo mismo, estudiando lo pautado o elegido antes de conocer otras posibilidades, dedicándose a lo pensado hace tiempo, sin renovar ni siquiera su vocación, viviendo en el mismo lugar aunque por dentro griten que eso ya no los llena.
Detenerse para pensar y sentir qué rumbo tomar… Puntos suspensivos porque cada uno tiene que hacer una pausa.
Volvamos al colibrí y sigamos deslumbrándonos.
 Su tarea es libar el néctar de las flores, debe atravesar partes duras para poder llegar a la dulzura esperada por él y por la propia flor  que necesita justamente  eso para reproducirse.
La lección la podría sintetizar en lograr encontrar la dulzura en el otro, en hurguetear con la persistencia necesaria hasta llegar a ver lo bueno y lo lindo en cada uno. Tengo que admitir que este  pajarito se acercó como un maestro en el  momento apropiado; porque ya estaba tirando la toalla en este punto.
Tal fue el embelesamiento al que llegué  que el agradecimiento se quedaba corto si era solo para el ave y para la naturaleza. Sentía que las gracias se debían expandir hacia quien ponía ese bebedero con agua y azúcar todos los días; que si bien los picaflores no lo precisaban, servía de aliciente, de yapa, de un plus.  
Llevé esta idea a mi mundo y llovieron nombres de personas que fueron bebederos de agua dulce para mí y para tantos más. Siempre hay  distintos “alguien” que nos suavizan el camino, nos endulzan con palabras, con un mimo, con sostén o con una oportunidad. Solo hay que “ver” la ayuda; como así  también hay que cambiar de roles en algún momento y convertirnos en bebederos para otros.
Más se lo observa y más se ama a este pájaro.
Nos  conecta con la dulzura de la vida, con buscarla en nosotros mismos, con estar receptivos  a quienes la fomentan, a quienes tienden una mano, a quienes se alegran con la alegría ajena.
La dulzura va acompañada de la alegría hasta fusionarse y parecer una misma cosa. El tornasol de las plumas del colibrí bien representa esto. Sus colores vivos, cambian de tonalidad según reflejan la luz y los colores vibrantes vigorizan-alegran-activan.
Ahí va otra metáfora. No somos estancos. Nuestras virtudes brillan de acuerdo a como nos movamos y desde donde nos vean.
Busquemos colibríes, donde hay dulzura y belleza, allí están.

                                                                          Lic. Ivana Rugini

jueves, 20 de diciembre de 2018

Convivir con la lluvia





Coronando un año ajetreado, nos fuimos de vacaciones a un lugar elegido, querido y soñado.
Y como no es la primera vez que ocurre, me debo a mí misma una reflexión. Aprendamos todos algo: si alguna situación es recurrente es porque la primera no fue tenida en cuenta y se repite con mayor intensidad para que le prestemos la debida atención.

La lluvia copiosa y constante en destinos  vacacionales me ha perseguido, y tengo que aceptar que me  ha encontrado. No solo uno o dos días que son lo que uno puede soportar sin chistar;  sino casi, por no decir todos, los días destinados a conocer, salir y a la conexión con el lugar.
Respirando hondo como para forzar la introspección, comprendí que las nubes grises que amedrentaban, obligaban a postergar indefinidamente los planes;  a interactuar menos con otros y más con uno mismo; a hacer menos kilómetros afuera y más recorrido por el interior de nuestro territorio.
Entendido. Mensaje recibido.
Convivir con la lluvia fue un desafío pero se pudo ir superando  negociando con ella como si se tratara de un integrante más de la familia ¿Qué hacer, cómo y cuándo?.
Los días grises nos llevan a detenernos en nuestro mundo emocional. El agua representa  nuestras emociones y es como si la lluvia  nos diera  permiso para vaciarnos de tanto contenido y poder llorar de una vez por todas para purificarnos en profundidad.
Así es como uno puede valorar lo positivo de las tormentas. Pueden parecer violentas y  atemorizan pero nutren el suelo para que brote la simiente.
Ya llovió, ya se lloró. Ahora a brotar.

                                                                                           Lic. Ivana Rugini

lunes, 5 de noviembre de 2018

Tomar la posta



Las antiguas tradiciones nativas, marcan la transformación del niño a joven con un rito, el rito de paso.
La ceremonia consiste en pedirle a ese chico que transite diferentes pruebas, debiendo desplegar sus herramientas internas, en especial, la fortaleza.
Al volver de su travesía, se lo espera con un festejo en el que se le asigna un nuevo nombre, porque ya no es el que era; hasta debe empezar a llamar a su madre por su nombre, para afianzar la idea de que a partir de ese momento el niño quedó atrás. La responsabilidad se va incorporando lentamente hasta quedar demostrada con los desafíos superados.
Los ritos de paso no solo determinan el salto a la juventud, sino que hay iniciaciones para los distintos estadíos de la vida. En este caso, no solo el niño tiene que saltar a otro escalón evolutivo, también la madre tiene que “soltarlo” para “saltar” y poder posicionarse ella misma en otra fase.
Así vemos como la transformación de uno afecta a otros que también crecen e influyen en otras personas más.

En la actualidad,  sin caciques que marquen el comienzo y el final de una etapa, la vida misma con su sabiduría impone las pruebas a atravesar.
Si revisamos nuestra historia, seguramente,  podremos registrar alguna situación o enseñanza que nos caló hondo como para que diéramos el paso, el salto, el avance hacia la siguiente etapa.

Cuando uno es joven se rebela a los pedidos de los padres o mayores,  pero al crecer se extraña el solo hecho de obedecer, de acatar; porque la responsabilidad final es de otro, del que guía, y en definitiva, es un alivio ser orientado.

A todos nos llega el momento de ceder el mando, hasta el de la propia vida, y a otros, el de tomarlo.
Pero ¿cuántas veces vemos a gente que se aferra en el rol de adolescente a pesar de su edad  cronológica; o por el contrario, el de ser capo di tavola cuando ya debería escuchar las sugerencias de los más jóvenes?

Las iniciaciones en la adultez consisten en tomar la posta y no perderse en los vericuetos de los cuestionamientos de querer – poder – lograr hacerlo como lo hacían los otros.

¿¡Cómo pesa darse cuenta de que las cosas cambiaron,  de que ya es uno el que tiene que decidir y que los demás esperan órdenes con sumisión o resistencias, pero ya van  bajando los brazos para que alguien los sostenga!?.
La idea de este escrito es que repasemos en qué etapa estamos. Ofrecerle nuestra fuerza al que ya no la tiene y escuchar los consejos de los que tienen más años y más vida recorrida.
En cada fase, siempre, va a haber alguien a quien ayudar y otro que va a poder acompañarnos.
 El secreto es no estancarnos en un rol, en una edad, en un estilo de vida. La posta tiene que pasar de mano en mano. Intentemos que sea lo más fácil posible para todos.

                                                                                      Lic. Ivana Rugini


lunes, 22 de octubre de 2018

Quienes no desperdician el tiempo




La tía de Brune sembró  la  semilla regalándole: CUENTOS DE BUENAS NOCHES PARA NIÑAS REBELDES. Cien historias reales, de mujeres pequeñas, jóvenes y mayores que cuestionaron su destino, para forjar su propio camino.
Impactante.
Cada vida, lucha, sueño, porvenir y su correspondiente avance para la humanidad (no solamente para ellas, que también hubiese sido válido); todo eso pellizcó mi comodidad, mi “hago lo que puedo”,  “qué se le va a hacer”,“ es lo que hay” y la  constante resignación conocida.
Las páginas volaban en nuestras manos. Hasta que llegó el final.
El libro, excelentemente bien compilado, cierra su mensaje con una hoja en blanco invitando a la lectora a que dibuje su rostro y cuente su historia. ¿Qué hizo hasta aquí de importante para sí misma y para la comunidad?
Mi hija me miró como para que empiece  con mi análisis personal y le sirva de ejemplo cercano y yo la miré “devolviéndole la pelota” alegando que la convocatoria había sido para una nena y yo ya no entraba en ese rango.
Pero me quedé pensando…
Por si esto fuera poco, al tiempo encuentro en mi biblioteca un libro que me regaló quien lo escribió (con todo el peso que conlleva), y el tema era, justamente, sobre la vida de la Madre Teresa de Calcuta. Otra grande entre las grandes.  Las páginas también volaron en mis manos, no solo porque se lee fácil, sino porque volvió a traer al consciente lo que ya había  empezado a  remover el libro anterior: el tema de la acción.

La metafísica trata a la Acción como una virtud que corresponde al color o rayo rosa, ya que el hacer es consecuencia del Amor. Cuando uno sabe lo que quiere y lo ejecuta, la magia del amor sigue su curso desplegándose a sí mismo y ayudando a los demás. O sea, ganamos todos.

¿Cuánta gente anda perdida sin enfocarse, sin hacer lo que desea, sin cumplir su misión, en definitiva, sin moverse?
Todos tenemos esquemas y estructuras a vencer, a cuestionar o a aceptar. Leer las historias de mujeres que ocuparon muy bien su tiempo, sus años, su existencia por un bien propio y colectivo, es inspirador para que todos nos pongamos en marcha.
Y para quien todavía no se anima a arrancar, con solo afirmar “YO SOY ACCIÓN”, el motor interno empieza… porque está ávido de plasmar en hechos lo que vino hacer.
Observar al otro para inspirarse, sí. Mirar al otro deseando hacer lo que hace, es perder el tiempo.

                                                                        Lic. Ivana Rugini

martes, 16 de octubre de 2018

Amor por el lugar de donde vengo





Pocas veces crucé el Puente Brazo Largo que separa la Provincia de Buenos Aires con Entre Ríos. Menos de las que me hubiese gustado.
Fue la última, volviendo de Concepción del Uruguay que algo se abrió en mí…

Me fui de Zárate a los diecisiete años con el objetivo de estudiar, y el ritmo fue tan vertiginoso que no me detuve a pensar cómo era mi vida antes,  hasta esa noche en la que desde el puente pude ver las luces de la bella ciudad en la que viví tantas experiencias.
Recuerdos a borbotones llegaron a mí.
El jardín N° 2 y la amiga entrañable que me regaló el paso por esa Institución. Hasta vino de yapa una familia postiza que quise y me quiso como una hija más.
 La Primaria en la escuela N° 3 y el poder andar sola por la calle desde muy chica; porque se podía, claro.
El Secundario elegido: el Nacional y lo inmenso que me pareció el primer día de clases.
La juventud en el Club Náutico, la colonia obligada y luego el lugar que le di al remo en mi vida, con el grupo de amigos que se formó.
El Club Paraná y el corto pero intenso tiempo que jugué al  voley.
El Círculo de Cultura en donde orgullosa, concurría al Taller de Teatro y pedía libros prestados de la Biblioteca.
Las primeras salidas al boliche y tomar mi casa de escala para los demás,  porque era la que vivía en el “centro”.
El primer amor.
La pizzería de papá y toda la resistencia que tenía de atender al público.
Diecisiete años resumidos en palabras pero con tantas emociones que son difíciles de  describir.

Hoy, que todo eso ya pasó hace tanto tiempo, toma otro valor porque esa es mi historia. No hay otra. Es esa, por más de que me tuve que endurecer para poder irme y así adaptarme a la Gran Ciudad. Vengo de ahí, de caminar por Villa Fox, de ir al Secundario tocando el timbre de las casas  de mis compañeros para llegar en caravana a la escuela.
Melancólicamente vuelve a mí la hermosa costumbre de esperar la tardecita de los sábados para ir a dar una vuelta sabiendo que  la Justa Lima se convertiría en el punto de reunión de todos los que quería ver.

Crucé hasta Entre Ríos pero al volver  mi niña interna le sacó el candado al arcón de los recuerdos para sorprenderme con una emoción olvidada: amor por el lugar de donde vengo.
Gracias Zárate y a cada uno que se cruzó en mi camino.

                                                                               Lic. Ivana Rugini

Autorrealización



La autorrealización es una virtud y,por lo tanto, se puede desarrollar. Los Juegos Olímpicos de la Juventud (2018) me trajeron ese concepto con claros ejemplos.
Cada atleta, para poder serlo, antes tuvo que haber desarmado y desafiado sus patrones mentales de desvalorización personal; porque los no puedo, no sirvo, soy menos que… están en todos los rubros y se pueden instalar desde corta edad.
Tuve la posibilidad de ir a algunas “competencias”, que yo llamaría espectáculos; porque como espectadora honré a cada  chico que mostró  en su minuto de fama, años de vocación,  de esfuerzo y  de rutina.
Del paseo por la Villa Olímpica rescato las aclaraciones con las que se tiene que tomar el deporte, y no viene mal refrescarlas…



 La carta a los padres me llamó la atención porque nuevamente me mostró que en esta fase de la vida también  hay que recordar que la autorrealización es personal y viene de la mano de  acompañar a nuestros niños y jóvenes en sus elecciones, sin depositar en ellos  el peso de nuestros caminos truncados, ni tampoco el del del éxito alcanzado.

Lic. Ivana Rugini

viernes, 5 de octubre de 2018

Desafiarse




Con la sensación de que el tiempo pasa volando, de que los hechos importantes se nos escurren  y de que la rutina nos envuelve haciéndonos creer que hacemos siempre lo mismo; me propuse replantearme cómo vivir más plenamente cada momento.
Así encontré en mi interior la respuesta que al principio me congeló de miedo: HACIENDO COSAS NUEVAS.
¿Y a esta altura de mi vida, qué cosas nuevas quiero y puedo hacer?
La respuesta que me dio mi alma provocó un conflicto: TODO AQUELLO QUE HASTA AHORA NO TE ATREVISTE A HACER, con excusas, claro. “No sirve, no me gusta, no es imprescindible, a quién le interesa, no tengo tiempo, estoy cansada, etc”.

Emanando la necesidad de un desafío (posible) llegó la Comunión de Bru y su irresistible pedido de soslayo…¡¡¡souvenirs!!!!!! Y  dicho sea de paso ¡¡¡Mesa dulce!!! (en realidad ella dijo Candy).

Desde ya que no había puesto la mirada en una mesa así nomás con una torta sencilla en el centro. Nooo. Venía con decoración la cosa.
Para quienes me conocen, saben que los detalles no son mi fuerte. Al pensar y sentir mi incapacidad con respecto a lo delicado, algo dentro mío hizo el “click”. Si quería desafío, ahí lo tenía. Detalles, darle importancia a algo que en sus diez años y en mis cuarenta y uno, le había esquivado.
Tomé esas dos tareas con una responsabilidad única;  tensión sería la palabra adecuada para definir mi compromiso. Tener que hacer algo que nunca hice, y que quede lindo… Era mucho para mí. Pero arremetí.
Gente hermosa me tendió su mano y la tomé.
Bru tuvo lo que quería pero quien más ganó fui yo por haber afrontado algo que tiempo atrás descalificaba y ahora no.
Sin lugar a dudas me desafié (pudiendo no hacerlo y continuar en la chatura de “lo de siempre”). También, gente preciosa apareció para guiarme.
Lo interesante de esto que les cuento, por si sirve, es la invitación a que los desafíos los busquemos nosotros mismos, para no esperar que la vida nos imponga los suyos de mayor magnitud.
Desafiarse es vivir plenamente, es sentir que la vida no pasa en vano, es recolectar logros y momentos maravillosos.

Lic. Ivana Rugini





lunes, 24 de septiembre de 2018

El mar




Buscando paz nos hicimos una escapadita  para que el mar nos calme, alivie y de paso; si no es mucho pedir; nos limpie de dolencias físicas y emocionales.
Pero el viajecito corto y efectivo no salió como había sido soñado…

El viento ahuyenta a las visitas cuando quiere la playa solo para él. Y al que se atreve a acercarse lo castiga con su artillería pesada de miles y millones de granos de arena a gran velocidad acertando en todo el cuerpo.

Los médanos altos  hacen que sea un esfuerzo llegar al remanso del agua, recordándonos que no tenemos acceso fácil a todo.

El mar, que por momentos se torna bravo, demuestra que puede  ser agresivo hasta en las pequeñas olas que rompen  cerca de la orilla.

La arena de la playa con caracolas partidas pinchando  las plantas de los pies hace del paseo una experiencia dolorosa. Lo que lleva a pensar que idealizamos mucho…hasta que vivenciamos la realidad.

La lluvia no se apiada  de todo lo que uno organiza para poder viajar hasta allá; no le interesa el cansancio con el que se llega (por el viaje, por la previa y por la rutina que avasalla); ni le importa lo que implica ese  esperado recreo, tanto para los chicos como para los grandes.

La cuestión es que tuve que darle varias vueltas a la situación para dejar de lamentarme haber ido…

No traje descanso, ni  bronceado, ni relajación por caminar cerca del mar. Traje aprendizaje; porque nuevamente me marcan que no controlamos el clima. En realidad, no controlamos nada.

No todos los viajes son maravillosos. Son lo que deben ser.


                                                                Lic. Ivana Rugini


miércoles, 19 de septiembre de 2018

Camino Sagrado


Malargüe, Mendoza (Argentina).
 Manqui Malal se hizo lugar en nuestra agenda para ser visitado, observado y honrado. Zona de paredones altos (bardas) de origen marino que fueron elevados por los movimientos telúricos y hoy dejan  a la vista restos fósiles, ammonites y bivalvos.
Mi atención fue directamente a los ammonites; criaturas parecidas al pulpo o calamar actual pero con un característico caparazón espiralado.



La  forma helicoidal es muy bella y significativa.
 Representa la vida en ascensión, como el camino sagrado que cada ser comienza al nacer, cuando encarna, para transitar una vida de disfrute pero de muchos aprendizajes.
Por eso, al proceso de la vida misma se lo asocia con una escalera caracol; ya que, damos pequeños  pasitos, peldaño a peldaño, con cada decisión que tomamos, con cada puerta que abrimos o que cerramos.
Escalón por escalón.
La clave está en lo helicoidal.
Tanto el ammonite antiguo como el actual caracol con su espiral, es como si quisieran mostrarnos cuál es la manera  en que debemos vivir:
 No solo paso a paso, sino, registrando los logros; porque desde un peldaño superior se puede observar el proceso; todo lo que llevó y demoró llegar hasta donde estamos hoy. Todo lo que dejamos, superamos y sanamos.
También lo helicoidal nos impulsa  a no estancarnos en lo conseguido; sino a desafiarnos más en todo lo que implica el desarrollo personal. Con solo mirar para arriba uno se da cuenta de todo lo que le falta conquistar interior y exteriormente.
¿Y cómo abordar esa conquista?
Tomando consciencia de las repeticiones…
¿Qué situaciones parece que las estamos reviviendo pero en otro lugar, con otra edad y otros personajes?

Revisemos:
¿Por qué  todos los hombres son iguales?
¿Por qué todas te usan?
¿Por qué  en los trabajos no te pagan como merecés?
¿Por qué sentís que te toman el pelo; el vecino, un amigo y hasta un familiar?
¿Por qué otra vez te dan un billete falso?
¿Por qué nunca los médicos dan en la tecla con lo que te pasa?
¿Por qué otra vez caíste en lo mismo?
¿Por qué nuevamente te accidentaste?
¿Por qué siempre te quedás callado en vez de poner al otro en su lugar?
¿Por qué abrís la billetera, como siempre, con tal de que te dejen tranquilo?
¿Por qué otra vez permitiste que tu hijo te grite y hasta  que te levante la mano?
¿Por qué otra vez preferís aguantarte esas puntadas en la cabeza, en vez de consultarlo con un médico?
¿Por qué otra vez abandonás los tratamientos,  el estudio y lo que te hace bien?
¿Por qué, como siempre, te dejás tentar por tu tendencia a irte de  tu  casa con cualquier excusa, cuando sabés que tenés que pasar más tiempo con tus hijos?
¿Por qué cada vez estás más dolorido y limitado?
¿Por qué reprimís tu verdadera vocación y continuás en el mismo empleo que no te nutre?
¿Por qué otra vez justificás  tus acciones echándole  la culpa a otro?
¿Por qué otra vez estás envuelto en una situación tomando la responsabilidad que le corresponde a otro?

Una respuesta rápida a todas esas preguntas es: “porque seguís siendo el mismo”. No hubo crecimiento.
La situación original no modificó la estructura y, por lo tanto, no se avanzó un escalón en el tablero del juego de la vida. 
La cuestión es que aceptamos jugar  sin ver la letra chica del reglamento en donde dice: “Se transitarán las mismas circunstancias (obviamente, aumentando la intensidad) hasta que se transforme la emoción nociva que las provoca”…

Nos vamos a dar cuenta de que avanzamos un escalón cuando ya no atraigamos esas mismas situaciones.
Si bien, cada uno juega a su manera y lo hace a su ritmo, las áreas  en las que todos debemos movernos,  crecer y desplegarnos son nueve:
·        Salud
·        Familia amplia
·        Trabajo
·        Conocimiento
·        Riqueza
·        Reconocimiento
·        Vínculos
·        Pareja
·        Hijos-proyectos
Por lo tanto, la escalera caracol de nuestra propia vida va a tener peldaños para cada aspecto de nuestra existencia. Siempre hay algo que aprender, superar, soltar o modificar.
El trabajo es amplio y arduo, pero no estamos solos.
La naturaleza nos acompaña  y protege; porque formamos parte de ella. Depende de nuestro despertar y evolución.  Espera con paciencia que lo logremos, pero no deja de mandar a sus “representantes” para mostrarnos el camino hacia nuestro interior, cuando nos ve perdidos. Para ello, se vale de criaturas, a veces, en apariencia insignificantes.
 Así se nos presenta el caracol.
Una plaga para algunos, un asco para otros, pero en realidad estamos ante un Gran Maestro.

En primer lugar nos enseña: - La importancia de mantenerse en movimiento.  Metafórica y literalmente cierto. (La escalera está concebida para subirla).
Con esta premisa ya cerraría su explicación pero hay más…
-Comprender el valor de dejar un rastro. Me emociona, como un ser tan pequeñito nos recuerda cuánto importancia tiene lo que hacemos, cómo invertimos el tiempo y cómo tratamos a los demás y al medio ambiente. Hacer lo mejor por nosotros y por los que vendrán.
Hay una tercera lección: -Posibilidad de usar el movimiento lento para obtener ventaja. La perseverancia, el no sucumbir en la comparación ni en la frustración; simplemente andando, sin que la ansiedad nos domine.
La sabiduría de este ser es muy generosa porque  hay una cuarta enseñanza:         -Defensa a través de la retirada, mostrándonos que no siempre conviene enfrentar, imponerse o hacerse notar.

Los dejo con estos consejos, con la esperanza de que la esencia del caracol haga su trabajo en ustedes. En mí, lo comenzó el ammonite.

Lic. Ivana Rugini



viernes, 31 de agosto de 2018

El primer perdón




Cuando sentimos que la salida es el perdón pero no nos sale; hay tanto detrás de eso “que hay que hacer”, que lleva un tiempo asimilarlo y manifestarlo.

Cuando sabemos que lo mejor es hacer borrón y cuenta nueva, pero el odio, y el resentimiento no sueltan  la situación o a la persona…
Cuando creemos que lo vivido lo hemos merecido, buscado y atraído…
Cuando no tenemos fuerzas para intentarlo nuevamente porque estamos resignados a que va a ser siempre así…
Cuando los hábitos nocivos nos carcomen y es imprescindible que empecemos a ponernos límites nosotros mismos…
Cuando tenemos el sí fácil y ya se abusan de lo que somos, damos y hacemos para los demás…
Cuando da bronca que el respeto haya que pedirlo…
Cuando notamos que nos domina el autoboicot en todo…
Cuando a pesar de ser libres, sentimos que estamos encerrados en estas cuatro paredes…
Cuando simplemente queremos paz interior y EXTERIOR…
Cuando no nos sentimos comprendidos, como si lo que decimos o hacemos trae malentendidos...
Cuando  la vida planeada y sobre rieles da un giro inesperado y duele…
Cuando las fuerzas no alcanzan para cumplir con  toda la responsabilidad que nos señala…

Hay una maravillosa manera de empezar a trabajar sobre uno mismo: Ho´ponopono.
Es una técnica hawaiana, que apunta a la reconciliación interna; ya que se cree que una desarmonía externa refleja un desorden interior.
Consiste en repetir un mantra de cuatro conceptos básicos, elementales y profundos.
·        LO SIENTO
·        PERDÓN
·        GRACIAS
·        TE AMO
¿A quién se lo estamos dedicando? A nosotros mismos.

Lo siento: porque si estamos transitando una situación de confusión o de dolor la hemos creado o atraído nosotros mismos; ya sea porque nos hemos detenido en lo negativo de la vida o no pudimos superar de mejor manera las vicisitudes naturales de la vida.

Perdón: es una invitación a que todo nuestro ser se limpie de traumas, de cargas, de relaciones y de hechos lastimosos que por algún motivo los tuvimos que transitar, pero no hace falta revivirlos a cada instante.
Perdonar es ordenar el pasado, ubicarlo y ubicarme en las oportunidades que tenemos en el presente.

Gracias: significa  que agradecemos el poder darnos cuenta, porque implica que si pudimos actuar en contra nuestro, podemos también hacer lo contrario; actuar a favor.

Te amo: a muchos nos enseñaron implícitamente que amarnos es ser egoístas y hoy somos la consecuencia de no priorizarnos. Esa misma es la clave: empezar por uno mismo.

Este mantra nos ayuda a soltar, que sería otra acepción de perdonar.
Soltar nuestras creencias
Soltar la sensación de condena con la que tomamos lo cotidiano
Soltar la rigidez con la que vemos a los demás, invitándolos a que formen parte de nuestro cambio y desarrollo, haciendo nuestro aporte a  un bienestar más general.

Se empieza por uno, con sus vivencias y bagaje, pero también se puede recurrir a este mantra pensando en  sanar/soltar con alguna persona en especial o circunstancia.

Ho´ponopono.
                                                                                 Lic. Ivana Rugini


lunes, 27 de agosto de 2018

Viento y sal








Desde el paradigma chamánico, la naturaleza está regida por cuatro elementos:

Aire

Tierra

Fuego

Agua.

Cada elemento representa un aspecto de la vida. Cada lugar que pisamos o admiramos activa lo que representa.

El aire agrupa a los pensamientos, las ideas, las creencias, los mandatos, las sugestiones, la idolatría, el fanatismo, la costumbre (y su rigidez). Toda la actividad mental estaría incluida en este elemento que mueve a la naturaleza en su totalidad y nosotros no quedamos afuera de ella.

Esa fue la energía que me recibió un verano en Los Molles, Mendoza (Argentina): el “aire” con más intensidad, el Viento me mostró que puede no respetar mis vacaciones ni mi descanso, porque puede tener el tupé de darme la bienvenida enseñándome que debo estar atenta en todo momento. Un elemento exacerbado no da segundas oportunidades y desde el primer momento allí, el viento me obligó a tomar la precaución de no soltar la puerta del auto al bajar.

A tal nivel el viento era el protagonista, que pedían disculpas por no limpiar los vidrios de la parte de afuera: “el viento no nos deja”…

¿Cuántas cosas no nos deja hacer el viento? El viento literal y el viento en nuestra mente que nos embarulla en un remolino de ideas, de posibilidades, de exigencias o de proyectos. Rumiamos continuamente algo sin llevarlo a cabo; porque el viento es mente y si queda arriba, poco llega a verse concretado.

Ese viento me mostró la actividad intensa que hay en la mente y que no es visible: Lucha, especulación, exigencia, etc.

¿A qué clase de pensamientos se le da lugar? ¿A cuántos pensamientos le damos cabida?

No todos generan problema, claro. Los armoniosos no se arremolinan en la cabeza.

El remolino lo provoca lo que está en pugna, el pasado que no se calma y vuelve recordando hechos lastimosos, la comparación que casualmente siempre nos hace sentir parias ante la vida…

¿Con qué ideas pisé el suelo de Los Molles y con cuáles me fui? Con muchos pero distintos, indudablemente.

Hay una frase coloquial que venía a mi mente: “me dio vuelta la cabeza”. No solo la belleza del lugar tuvo ese efecto. Cualquiera lo haría por las malas también. El viento tiene sus métodos para lograrlo.

No me dejó en su lugar ni una idea. Lo agradezco. Fue un torbellino necesario aunque no supiera que lo estaba precisando tanto.



Otra sorpresa estaba ahí para mí. En realidad, para todo aquel que se maraville con el cambio de suelo, que se tornó blanco como la nieve alrededor de los piletones de lo que alguna vez fue el hotel de agua termal.

¡¡¡Salinas!!!!

Un charco de sal en medio de la tierra.

¿Qué significa la sal?? Todos escuchamos alguna vez la frase “la sal de la vida” representando ese aprendizaje por el que hay que transitar, el karma, o ese gustito necesario para que la vida no sea sosa.

Le digan como le digan, me lancé como si fuera agua y recostada en la sal dejé que lo “pendiente, lo aprendido a medias y lo que arrastro de mis ancestros” me diera una tregua.

Aprender sí, morir en el intento, no.

Los invito a rever cuánto exceso de sal hay en nuestras vidas. Ya sea por nosotros mismos o por los otros. Puertas abiertas que duelen, asignaturas pendientes que pesan, enfermedades que no sanamos ni entendemos, conflictos familiares que no cesan, problemas económicos que no se superan.

Planteemos una tregua con el karma, amiguémonos con él para que venga de a poco y podamos poner paz en algunos casos, perdón en otras situaciones y ocuparnos de aquello a lo que hasta ahora le habíamos dado la espalda.

La sal es parte de la vida, pero en la dosis en que nuestra materia la tolere.



Lic. Ivana Rugini