Autovaloración
¿Qué nos lleva a movernos, a mostrarnos, a ofrecer
nuestro trabajo, nuestra amistad, nuestro consejo? ¿Qué es lo que hace que
busquemos posibilidades y opciones; ya sea en cuanto a relaciones, vivienda,
estudio y hasta en tratamientos médicos?
La autovaloración. Valorarse es un concepto abstracto pero que se
manifiesta claramente cuando no nos dejamos llevar por los “no sirvo”, “no
puedo”, “no lo merezco”, “no me siento capaz”.
Por estos pensamientos andaba buceando cuando la
sabiduría de la naturaleza se me presentó tan simple como implacable. Al
observar el comportamiento de una pulga
pude comprobar cuál es su mensaje medicina y tiene mucha relación con el valor
y el amor propio.
Justamente lo que la hace tan difícil de erradicar
(considerada plaga) es su mayor lección. Maneja las variables externas a su
favor para su ciclo vital. En la fase de pupa puede permanecer el tiempo que
considere a la espera de movimiento, vibración y calor propicio para salir de
la cápsula. Esta característica enseña a
no exponerse cuando somos aprendices, a no provocar el accidente, a no tirarnos
a la pileta sin ver si hay agua. Primero formarnos, capacitarnos, tantear el
terreno o simplemente aprender a valorarnos para no tener que afrontar riesgos
innecesarios.
La maestría de la pulga también se expresa en la
tenacidad con la que encara la vida. Ante una sacudida del animal en el que
habitan, puede caer pero apenas toca el suelo se impulsa nuevamente hacia el
mismo lugar de donde fue expulsada. Me deja perpleja esta virtud porque cuántas
veces nos hemos resignado o detenido a patalear por el portazo en la cara, lo que no se da, o lo que no sale como
planeamos y el tiempo se escurre. Mientras nosotros esperamos que se nos pase
la frustración, o el trauma, la pulga no
se detiene. Retruca inmediatamente para sobrevivir.
Esto toca hasta las fibras a todos aquellos lentos en
reaccionar o que esperan de otros para salir de un problema o que se encierran
en la desazón.
La esencia de este bichito tiene más para dar. Se
agarra a la vida, resiste hasta cuando ya está medio aplastado por los dedos
humanos. Intenta por todos los medios zafar de su captor. Con lo que le queda
sigue luchando. Aquí va otro golpe bajo
para quienes el desánimo y la resignación los sacó del juego sintiendo que ya no hay nada más por hacer o para dar;
se dejan morir en algún aspecto. Para ellos, la pulga sería un excelente animal
de poder. Les recordaría que el derecho a vivir hay que ganárselo resistiendo,
continuando, aguantando.
Las pulgas pueden dar saltos proporcionalmente
superiores a su tamaño y en esto subyace otra enseñanza: Apuntar a más de lo
que creemos que podemos.
Agradezco y pido perdón a la esencia de la pulga. Le
hago la reverencia a esta maestra que ha tackleado mis creencias. Solo supo
esperar, como suele hacer, que otra concepción de ella tuviera lugar en mí.
De parecerme insignificante, me resulta fascinante.
Tomo su
ejemplo para quererme y activarme más, mucho más, mucho mucho más.
Lic. Ivana Rugini