El cuerpo es sabio, sabe lo que precisa; es por ello que si nos detenemos a decodificar
lo que intenta que interpretemos, podemos acceder a esa información.
Frenar un momento, respirar hondo y distinguir cuáles son las
sensaciones, emociones y pensamientos es prioritario para prestarle la debida
atención al aspecto físico, al emocional y al mental que nos compone.
Las Termas se encendieron como resultado de la búsqueda interior y a
partir de allí Chajarí fue nuestra elección para las vacaciones de invierno.
Los beneficios del agua termal, por sus componentes y distintas
temperaturas son ya conocidos para cuestiones cutáneas, musculares y de las
vías respiratorias; pero el regalo de lo espontáneo, de lo que surge allí, es
personal.
Buscando las piletas de las más altas temperaturas, quedamos mi hija y
yo en un “útero” de 39 grados. Madre e
hija. Paz, Unión, Amor, Afinidad, Complicidad y Protección.
Como si fuera la Gran Madre quien tomara mi cuello y me hiciera flotar sentí
las manos y escuché la voz de Brune que empezó a cantar bajito la canción de
cuna que yo le cantaba a ella cuando
era una beba…
No sé cómo se llegó a eso. Sólo sé que no lo busqué, conscientemente.
No sé cómo a Brune se le ocurrió susurrar esa canción, solo sé ahora
que era lo que yo necesitaba.
Dicen que cuando uno tiene que sanar emociones hay que recurrir al agua,
al agua contenida que simule el vientre materno.
Dicen que cuando se sale de la rutina nos predisponemos a lo que de otra
manera no hubiera tenido lugar.
Dicen que las termas depuran, que el agua simboliza nuestro mundo emocional
representado en lágrimas, en la sangre y en los lazos; pero eso no está escrito
en ningún folleto del lugar.
Hay mucho más atrás de un viaje.
A veces lo significativo es la anticipación, la planificación, lo
sentido del destino. Hay viajes en que lo mágico está en las ganas de
volver a la rutina y otros en que el
lugar es el ámbito propicio para un instante sanador que ha sabido ser
oportuno.
Lic.
Ivana Rugini