martes, 26 de marzo de 2019

La que teje su camino




Cada uno transita la vida con un ritmo particular. A veces de manera lenta y otras cuestiones suceden rápidamente; pero todo conlleva un ritmo determinado.
Sentada en una estación de servicio, el vidrio me separaba de una hermosa araña que se bamboleaba como queriendo llegar a la pared de enfrente.
Ese balanceo tocó la perilla del insight, porque me llevó directo a mostrarme cómo la Ley del Ritmo se estaba poniendo de manifiesto en mi vida.
Se le llama RITMO  y no meramente velocidad; ya que Hermes Trismegisto explicó esta premisa entre otras, enseñando filosóficamente que todo tiene períodos de avance y retroceso. Todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo.
Cuando una persona se encuentra en el polo de la tristeza debe saber que en algún momento pasará a la otra vereda, la de la alegría. Cuanto mas profunda sea la primera, mayor será la segunda. El principio del ritmo nos advierte que los momentos de felicidad o éxito no son permanentes, entonces debemos prepararnos tomando la mayor ventaja posible de las buenas etapas para afrontar lo que vendrá.
Así que ahí estaba yo; observando el trabajo de la araña y, en simultáneo, observando a qué se debía que en ese momento me detuviera a registrar el accionar de su esencia.
Y la respuesta no se demoró…
Saber aprovechar el balanceo, el impulso para llegar a la meta implica conocer el hacia dónde, hasta dónde, saber qué se quiere y para qué se trabaja tanto.
Me vinieron historias a montones de gente ocupada, totalmente abnegada pero sin rumbo.
La sabiduría de la Araña me deslumbró otra vez:
Ella teje su destino. No espera, no se queda, no especula. Simplemente teje su camino.
Laboriosa y creativa nos demuestra que la rutina puede ser retocada y continuamente embellecida.
Es ejemplo de la perseverancia, revisando su tela y reparándola sabiendo que no puede permanecer mucho tiempo en el mismo lugar; con lo cual  también nos  enseña a estar atentos y a saber corrernos cuando es oportuno.
Por último y no de menor importancia, es que nos invita a trabajar con las manos, no tiene por qué ser tejiendo; sino que nos incentiva a utilizar el poder de las manos en algo productivo.
¿Cuánta gente que se dedica a tareas intelectuales o administrativas pierde la noción de la productividad de sus manos?.

Observemos nuestro entorno, seguramente habrá una arañita por allí esperando pasar del polo de “Bicho” al de “Maestra”.

                                                                      Lic. Ivana Rugini