Cada uno transita la
vida con un ritmo particular. A veces de manera lenta y otras cuestiones
suceden rápidamente; pero todo conlleva un ritmo determinado.
Sentada en una
estación de servicio, el vidrio me separaba de una hermosa araña que se
bamboleaba como queriendo llegar a la pared de enfrente.
Ese balanceo tocó la
perilla del insight, porque me llevó directo a mostrarme cómo la Ley del Ritmo
se estaba poniendo de manifiesto en mi vida.
Se le llama
RITMO y no meramente velocidad; ya que
Hermes Trismegisto explicó esta premisa entre otras, enseñando filosóficamente
que todo tiene períodos de avance y retroceso. Todo asciende y desciende;
todo se mueve como un péndulo.
Cuando una persona se encuentra en el polo de
la tristeza debe saber que en algún momento pasará a la otra vereda, la de la
alegría. Cuanto mas profunda sea la primera, mayor será la segunda. El
principio del ritmo nos advierte que los momentos de felicidad o éxito no son
permanentes, entonces debemos prepararnos tomando la mayor ventaja posible de
las buenas etapas para afrontar lo que vendrá.
Así que ahí estaba yo; observando el trabajo
de la araña y, en simultáneo, observando a qué se debía que en ese momento me
detuviera a registrar el accionar de su esencia.
Y la respuesta no se demoró…
Saber aprovechar el balanceo, el impulso para llegar a
la meta implica conocer el hacia dónde, hasta dónde, saber qué se quiere y para
qué se trabaja tanto.
Me vinieron historias
a montones de gente ocupada, totalmente abnegada pero sin rumbo.
La sabiduría de la
Araña me deslumbró otra vez:
Ella teje su destino.
No espera, no se queda, no especula. Simplemente teje su camino.
Laboriosa y creativa
nos demuestra que la rutina puede ser retocada y continuamente embellecida.
Es ejemplo de la
perseverancia, revisando su tela y reparándola sabiendo que no puede permanecer
mucho tiempo en el mismo lugar; con lo cual también nos enseña
a estar atentos y a saber corrernos cuando es oportuno.
Por último y no de menor importancia, es que
nos invita a trabajar con las manos, no tiene por qué ser tejiendo; sino que
nos incentiva a utilizar el poder de las manos en algo productivo.
¿Cuánta gente que se dedica a tareas
intelectuales o administrativas pierde la noción de la productividad de sus manos?.
Observemos nuestro
entorno, seguramente habrá una arañita por allí esperando pasar del polo de
“Bicho” al de “Maestra”.
Lic. Ivana Rugini