lunes, 12 de marzo de 2018

Cuando un hijo no llega (Carta de Él a Ella)


Amor, vamos a estar bien. Despreocupate. Estás muy tensa.
Así no se puede. No está bueno ni para vos ni para mí.
Voy a averiguar para consultar con otro médico.
Mi vida, sos mi mujer con un hijo o sin él. Llevemos una vida feliz también en la búsqueda y espera. Sin obsesiones.
Valoro cómo arremetés con todos los trámites, averiguaciones y cambios de agenda que hay que hacer, cómo sin dudar te hacés estudios invasivos sin quejarte. Solo llorás porque nada da resultado, pero no manifestás el dolor físico. Sé que duelen, molestan las inyecciones, las aspiraciones, los análisis de sangre, tomar tantas pastillas y dejar el resto de tu vida en pausa para acomodar la agenda a las futuras consultas médicas.
Te adaptas más rápido que yo a esta vorágine. Pero a veces siento que lo único que te haría feliz en la vida es un hijo. ¿Y yo? ¿Y nosotros? ¿Y tu carrera que tanto luchaste por terminar y hacer trayectoria en ella?
Se nos van los años invirtiendo en tratamientos y hablando de tratamientos
La familia ya la construimos porque nos tenemos, porque nos elegimos para el día a día porque nos queremos y cuidamos. Pero a vos no te alcanza. Se hace complicado convivir así.
Antes solo te arrimabas los días en que estabas fértil, ahora ni eso.
Me da bronca que me cocifiques y miedo a que no me mires ni de esa manera.
Yo te banco, porque esto de “no poder” nos golpeó a los dos.
Todos tienen hijos, buscados o llegados de improviso, de más jóvenes o más viejos pero les llega su momento de ser padres y a nosotros????
Te conté que una pareja conocida  está analizando la idea de adoptar. ¿Por qué no averiguamos?
No te encierres. Yo sigo viéndote como mujer, como mi mujer. Sos vos la que te estás yendo….
No sé por qué nos pasa esto, pero nos pasa a los dos. En ningún momento  hice un comentario despectivo hacia vos. Solo estoy triste.
Yo también esperé mucho sentirme fuerte y maduro para afrontar ser padre y tener lo necesario para que no nos falte nada.
Hace tiempo que es mi momento, nuestro momento. Pero yo no manejo los plazos ni la llegada de un hijo, vos tampoco y los médicos, aunque intenten, no pueden garantizar nada.  ¿Con quien nos vamos a enojar?  No te la agarres conmigo…
No te pido que  detengamos la búsqueda, te pido  que estemos unidos en el mientras tanto y que me mires con amor. Si no, de nada vale todo lo que estamos emprendiendo.



                                                                           Lic. Ivana Rugini

Cuando un hijo no llega (Carta de Ella a Él)


Algo en mi cuerpo anda mal, no funciona.
Mientras los médicos buscan cuál es el problema, el tiempo pasa y yo me siento “fallada”.
Y el tiempo corre, vuela, se esfuma. De un estudio a otro pasan meses. Inyecciones, óvulos, progesterona, aspiración y esperar con ansiedad a que me digan cuáles son los siguientes pasos.
Los años se esfumaron, la ilusión de ser mamá, no.
Nuestros amigos insisten en que adoptemos, que me abra a esa idea.
No entienden, parece que como a todos les vino naturalmente, no comprenden que mis ganas son de sentir a mi hijo en la panza, de sentirlo mío, de darte un hijo a vos, de ser fértil para vos y cumplir mi función de mujer.
Y tener un hijo nuestro, con nuestras facciones, con nuestra genética, con el color de ojos de mi abuelo o del tuyo.
¿Por qué las otras mujeres si y yo no? ¿Por qué hay quienes tienen hijos como conejos y yo ni llego a concebir uno con toda la parafernalia con la que me manipulan de todos lados. Ya me duele tanto todo: el útero, las trompas, el endometrio y no sé cuántas cosas más que me llenan de contraste para estudiar si hay alguna zona tapada. El corazón tengo tapado de tantas desilusiones!!!!
Ya sé que no tengo que comparar, que no es por ahí cómo se consiguen las cosas. Pero ¿por qué unos tantos y otros nada.?
Si solo quiero algo tan simple y único como tener un hijo en mi vientre.
Tengo tanto para dar.
Esperé tanto el formarme, estabilizarnos como pareja, conseguir nuestro techo, tener trabajo;  que ahora me pregunto para qué esperé tanto, por qué no me descontrolé un poquito, por qué nos cuidamos todos estos años si no era tan fácil concebir como creíamos…
Al final, si no programas tu vida sos una cabeza fresca (decía mi abuela)
y si la programás tanto, algo puede salir mal.
Solo quiero un hijo, mirarme en sus ojos, sentir su aroma y reconocerlo, fantasear con su nombre y rogar no sufrir los dolores de parto, hablar con otras embarazadas y contarnos acerca de los síntomas de cada trimestre o juntarme con mamá y que me cuente su experiencia por enésima vez.
Solo quiero un hijo.
Estoy dispuesta a hacer lo que haya que hacer, yo pongo el cuerpo. No te preocupes. Vos bancame mis arranques y cambios de humor, sabés que la batería de hormonas que estoy tomando otra vez, se hace sentir.
La panza se me infla como si estuviera de  cinco meses. Hasta me ceden el asiento en el colectivo. Lo que rescato de bueno, si puedo rescatar algo, es que ensayo lo que se siente, cómo se enternece la gente y con qué delicadeza me trata el que no me conoce. El que sí me conoce, y me ve hinchada como un sapo pone cara de lástima por mí, que nuevamente intento. Me mira como diciendo “pobre, no se resigna”.
Y no, no me resigno. Me frustro pero sigo, hasta los médicos, en los intentos anteriores me hicieron la escena “ ¿Cómo que no funcionó??? ¡Si eran de buena calidad!!! ¡¡¡¡¡¡¿¿¿Ahora, yo los tengo que contener a ellos o explicarles qué pudo andar mal!!!????
También te estudian a vos.  Nunca lo hablamos tan seria ni abiertamente pero debe ser raro, vergonzoso e incómodo encerrarse en un baño y salir con un frasquito lleno.
Soy conciente de que yo pongo el cuerpo pero vos también. Solo que a vos te pesa más dejar la integridad en un frasquito.
Yo la integridad ya la perdí con tantos ultrajes al cuerpo, bomba de hormonas, especulaciones de qué día exacto debo hacer esto o aquello pero sobre todo se desmoronó mi alma cuando los médicos me diagnosticaron a mi como la infértil.
Que difícil es mirarte a los ojos, porque todos los dedos me señalan a mi como la del problema. ¿Con qué ganas me voy a acercar a vos?
Me doy cuenta de que vos tampoco sabés cómo mirarme. Hasta eso es complicado…
Supongo tu disyuntiva: No sabés si apoyarme en la idea de seguir probando o tranquilizarme.
Yo lo que sé es que quiero un bebé, mi bebé, de mi vientre. Acariciarlo en la panza, descubrir cada patadita, satisfacer cada antojo, dormir mucho  y justificadamente, comprar chucherías y hacer lugar en nuestro dormitorio  para un catrecito.
Estoy dispuesta, atenta, entregada a que un hijo modifique completamente mi vida. Quiero ser y estar para él.
Solo quiero ser mamá. ¿Es mucho pedir?

Lic. Ivana Rugini