A un niño la comunidad lo quiere, porque primero quiso a sus padres y son ellos los que presentan en sociedad a
ese bebé. Así se abre el juego a que la
familia amplia transmita ese amor único y cobije al niño y a sus papás.
El momento de dar a conocer a su hijo, no es el nacimiento; que es un tiempo
de intimidad y de conexión, además de preservar a la madre y al bebé por el
esfuerzo realizado en el parto.
El Bautismo es el ritual en el
cual los padres agradecen la “bendición” recibida con la llegada de ese niño y
se lo encomiendan al Dios-Padre.
En la ceremonia, padres y padrinos contienen, miman y sostienen al bebé
como símbolo de lo que vendrá; la crianza y educación de la criaturita serán
compartidas.
El resto de los familiares apoyarán a la pareja y a los padrinos en su
rol, amando y aconsejando.
Un hijo en la familia es una gracia que se festeja comprometiéndose a enseñarle los principios espirituales al
niño:
·
La importancia de valorar la vida, en primer lugar
·
Desplegar la bondad
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Actuar con humildad
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Manejarse con amor
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Sentir compasión
·
Vivir honradamente
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Ser íntegro
·
Y saber que hay una fuerza mayor que podemos llamar
Dios, asistiéndonos y guiándonos.
Estos principios se irán desglosando a medida que el pequeñito crezca y
haya que mostrarle con el ejemplo lo que decimos con palabras sueltas.
Criar a un niño o ayudar a
hacerlo nos favorece a todos como comunidad, porque las virtudes se van
instalando en cada uno de los involucrados.
Lic. Ivana Rugini