lunes, 29 de abril de 2019

Replegarme



Desde hace algún tiempo ando entrenando en el ejercicio de replegarme.
Es una tarea ardua que implica esfuerzo, análisis y control de las emociones.
Los primeros años consistieron en  dar, estar y hacer; pero no fui consciente de cómo di, estuve e hice. Estaba en el baile y había que bailar…
Tus necesidades eran muchas y mi presencia era imprescindible. Me acostumbré  a eso; me acomodé a eso. Me dejé envolver por vos,  por tus chiches, tus actividades, tus tiempos y rutinas. No decía ni a; porque todo me encantaba y me sigue resultando hermoso. Fue trabajoso, pero placentero; hasta parece como si todo eso hiciera que el amor se agigante más.
Los años transcurrieron y ahora nos encontramos ante otra etapa en la que como siempre, todo depende de vos, y de que el entorno se pueda amoldar a no tratarte ni como beba ni como adulta. Es difícil, lo admito.
Cada vez que me ponés un freno a lo que hasta hace poco hacías conmigo, es un cimbronazo que acepto y agradezco, pero cimbronazo al fin.
Fueron varios ya no, en los que me sentí descolocada:
Cuando ya no me necesitaste para bañarte, ni para que te lea antes de dormir, ni para peinarte, ni para que te eligiera la ropa, ni para que te sirviera la comida, ni para que te prepare la mochila y tantos etcéteras que prefiero pasar por arriba.

Cada día, vamos juntas descubriendo  un nuevo “ya no”.

Es maravilloso el aire que da, no te voy a mentir;  pero el vacío de eso que ya no está hace que  mire con nostalgia viejos tiempos en donde todo mi día, mi preocupación y mi corazón estaban ocupados en vos.

Como hay que poder sentirse necesitada; también hay que poder captar y procesar cuando ya no. No por rechazo, no por falta de amor, si no por la bendita Autonomía tan saludable para todos.

Ya no busco peloteros para tus cumpleaños, ni preparo bolsitas con golosinas como souvenirs, ya no abro regalos con vos (para que no se pierda la bolsa correspondiente por si hay que cambiarlo). Ya no hay juguetes tirados, ni guardados. Te diste cuenta de que ocupaban espacio en tu habitación y donaste todo lo que era de una etapa anterior. Con total naturalidad te dijiste a vos misma Ya No.
Son muchos los cambios para vos y para mí; pero te agradezco infinitamente haber vivido lo que  ahora voy soltando como puedo, con errores, con berrinches, con apegos; pero también, con amor y ganas de que tengas una vida sana,  plena de alegría y felicidad.
Teneme paciencia, ya sé que me vas soltando la mano; pero vení un ratito acá, cerquita mío, dejame emponcharte  solo un poquito más…




                                                                                        Lic. Ivana Rugini

viernes, 26 de abril de 2019

La enseñanza del grillo





A veces se transitan caminos de confusión, de tensión, de dolor… pero siempre hay señales del cielo o de la tierra que intentan reconectarnos con el sentido de la vida, con el aprendizaje y la superación.
Un grillo estaba ahí, en la puerta del consultorio; uno de esos días abrumadores donde las decisiones que  hay que tomar son muchas y todo es urgente.
De más está decir, que el grillo no hizo nada, solo se quedó quieto como para darme tiempo a que “lo vea”. La vorágine de la gran ciudad, y la de mi mente se detuvieron un instante para captar lo que esa miniatura venía a decirme sin decir.
Recordé que algunos días atrás, otro se apareció en casa; pero lo vi sin mirar, como suele pasar…
Evidentemente no se dio por vencido, porque al poco tiempo un compañero tomó la posta de hacerme entender algo.
Así que aquí estoy, recibiendo el recado, apropiándome del mensaje y dedicándole un momento a la reflexión que amerita.

En el gran libro abierto que es la Naturaleza se señala al Grillo como símbolo de la buena suerte. Esto me llevó a preguntar qué es la buena suerte: “La suerte es un encadenamiento de sucesos que es considerado como casual o fortuito.” En lo personal, considero que hay que estar abierto para que el universo conspire a nuestro favor, y la frase “buena suerte” me sacudió profundamente como despertándome de un letargo en donde no había lugar para la buena racha…

Otra lección de la esencia del Grillo es el poder de la canción en la oscuridad  haciendo referencia a cómo el canto genera un estado de consciencia que alivia la pesadumbre de la mente atosigada. Sin saber de antemano este efecto del canto, pude revisar cuántas veces en mi vida y sobretodo últimamente, recurro a cantar como modo de rescate.
Esto es algo que siempre me llamó la atención de mis padres. Cuando la tristeza parece cerrar el horizonte, ellos cantan; a veces solos,  a veces juntos, como si las canzonetas italianas vinieran a unirlos en la adversidad.

Continuando con la sabiduría del grillo; dicen que llega a nuestras vidas para mostrarnos cuándo es el momento propicio para saltar de una situación a otra. Este dato me marcó a fuego, porque así me siento; de tema en tema, de cuestión en cuestión con la gran labor de intentar, por ahora sin lograrlo,  no trasladar problemáticas de un ámbito a otro.

La impronta del grillo invita a trabajar profundamente la comunicación, la sincera, la concreta, sin rodeos, sin miramientos, sin filtro. Expresando todo hasta convertirla en efectiva, constructiva y comprendida. Indudablemente es momento de decir y de escuchar, de proponer y negociar, de decidir y dejarme aconsejar. Lo tomo.


En eso estoy: hablando, escuchando, saltando y aprovechando la suerte de tener a gente maravillosa con quien contar para transitar situaciones difíciles; confiando en que si me pierdo, el cielo y la tierra volverán a  enviar a algunos de sus sabios seres para encarrilarme una vez más.


Lic. Ivana Rugini

miércoles, 10 de abril de 2019

Pulseras




Vacaciones. Playa. Mi hija de 10 años tuvo la ocurrencia de llevar hilos encerados para hacer pulseras; que en un principio eran para uso interno pero en algún otro momento pasaron a ser para “vender”.
Con esa segunda idea en mente, compró más y variados materiales, aprovechaba las ferias de artesanos para chusmear  modelos y precios.
Tardes enteras se dedicaba a hacer pulseras, llaveros y tobilleras hasta que un día se animó a desplegar una lona y exhibir sus productos.
Estaba  ordenando las últimas pulseritas cuando una pareja de vendedores ambulantes se le acercó (directamente a ella) para preguntarle:
 -¡Amiga! ¿Las vendés? ¿Cuánto salen?-
Bru tímidamente les mostró las pulseras simples, dobles, triples y los diferentes colores que había;  nerviosa y eufórica a la vez, recibió la noticia de que se llevaban dos.
El saludo y broche final a la primera venta de su vida fue: -Te felicito por ser emprendedora, seguí así-.
Eran  dos jovencitos que en un día de calor abrazador caminaban de punta a punta ofreciendo helados. “Ellos” felicitaban a otra “vendedora”.
Hicieron ver como si fuera fácil elegir un producto y salir a ofrecerlo, enfrentar miradas y caminar incansablemente en días de calor agobiante mientras los demás descansan.

Ojalá mi hija aprenda y aprehenda de esa experiencia con sus diez años y mucho por recorrer. De mi parte, esos chicos de apenas veinte, conmovieron a esta de cuarenta y uno.
Su soltura, su garra, su empuje, su sacrificio y hasta su empatía me los llevo de ejemplo para ver si emprendo y puedo acompañar a la que dio sus primeros pasos.

Con este escrito no fomento el trabajo infantil, simplemente valoro la iniciativa infantil; que si no es acompañada por adultos, empieza y termina ahí.
Agradezco a los emprendedores que me enseñaron a apoyar a otros para generar una rueda…una rueda no, mejor dicho,  un círculo virtuoso.

                                                                                   Lic. Ivana Rugini

lunes, 1 de abril de 2019

Los faros.





A donde viajo suelo buscarlos, los observo, me acerco lo más que puedo para admirarlos.
Dicen que su historia empezó en el 283 antes de Cristo, en la Isla de Faros, donde en lo alto de la gran torre ardió incansablemente un luminoso fuego durante 1500 años. El Faro de Alejandría fue considerado una de las maravillas antiguas del mundo por su imponencia, ya que su luz se llegó a distinguir hasta  los 150 kilómetros de distancia.
En Concepción del Uruguay, Entre Ríos, el faro que custodiaba el Río Uruguay (ya no funciona) me deslumbró por su belleza. Fue utilizado para iluminar a los navegantes, y por si fuera poco, le adjuntaron la escultura de la Virgen Stella Maris.
Con esta imagen acoplada a su servicio uno puede comprender mejor por qué en esta etapa se nos pide a todos ser “faros de luz”.
Su presencia convoca a  todos aquellos que hayan transitado la noche oscura del alma a permanecer impertérritos en medio de la oscuridad para iluminar, aconsejar y  acompañar a quien sea que se nos acerque.
El que viaje a esa ciudad, puede dejarse encender por un faro apagado pero por un símbolo vivo.
 
                                                          Lic. Ivana Rugini