En el
cumpleaños número 42 de una muchacha cercana y querida, veo sobre la mesa un
regalo que había recibido. Un álbum artesanal recopilando fotos de su vida,
desde su nacimiento hasta la actualidad.
Página a
página pasaban imágenes representando cada etapa transcurrida, los diferentes
estilos de vestuario, variaban los peinados,
pasaban lugares y abrazos con familiares; pero las sonrisas no abundaban.
Hasta que
el libro incluyó a alguien más…
Ni de beba
pegada a sus padres,
ni de nena
rodeada de juguetes,
ni de joven
reunida con amigas,
ni de
adulta con su vida encaminada; se la vio tan feliz como con su bebé en la
panza, luego en brazos y ahora posando con él entre las flores.
Su hijo le hizo bien; muy bien.
Si bien
compartí muchas etapas de la vida de esta mujer, fue al ver ese álbum con esas
fotos excelentemente seleccionadas, que me percaté de que hay diferentes
sonrisas, distinta intensidad de alegrías, y que la más plena y amplia se
instaló con la llegada y crianza de su hijo.
Dicen que
los hijos eligen a sus padres, dicen que esperan el momento justo para venir al
mundo, dicen que ya no pensás más en vos, que tus problemas pasan a segundo
plano, que ser mamá te cambia la vida.
Para bien.
Para esta
muchacha – mujer, ser mamá fue la catapulta que esperó sin saberlo para
desarrollarse, para dejar de postergarse
y para valorar cada instante.
Fue varón,
pero si hubiese sido nena, le hubiera
quedado pintado el nombre “Felicidad”
Nació en la
ciudad, pero si hubiera visto la luz en una comunidad nativa, su nombre bien
podría haber sido “El que trae sonrisas”.
Lic. Ivana Rugini