lunes, 17 de abril de 2017

Mi talón de Aquiles

Cada uno tiene su “talón de Aquiles”. Si bien Aquiles fue un ser que para la mitología griega era considerado invencible,  tenía una debilidad que justamente era su talón y fue derribado por una flecha en ese punto.
Ser sensible a las cuestiones del mundo, a los vaivenes de la vida en donde  te encontrás con pobreza, abandono, inclemencias climáticas, guerras, entre otros tantos dolores, quiero creer que a todos nos toca, nos duele; pero  uno tiene que conocer qué le duele más para trabajar en consecuencia y dejar su huella en ese aspecto; porque incluso el dolor puede desglosarse, justamente, para poder hacer algo.
Ya hace tiempo largo que entendí que mi talón de Aquiles es la discapacidad mental. Eso me duele, me preocupa y ocupa. No por minimizar otros dolores, sino porque este, mire donde mire, está muy cerca mío. Espera algo de mí.
Observo lo que solemos englobar en “la locura”, en cómo se agrava el cuadro hasta tomar todas las áreas de una persona y a todos los integrantes de su familia. Nadie escapa a los coletazos de la enfermedad.
Otra vez me toca ir al Hospital  Borda, otra vez…
Ya había ido muchas veces pero se ve que la vida me quiso despertar a la realidad que no veía desde hacía 22 años. En el transcurso de ese tiempo fui varias veces, pero en automático, viendo pero sin mirar …
Otra vez me topé con hombres que antes eran caratulados de locos, violentos, agresivos, irresponsables, perezosos y manipuladores. Al verlos,  con fármacos encima, lo primero que se me vino fue la palabra zombi,  son vivos pero sin vida. No es crítica, no; es reflexión.
Haber visto  a madres grandes acarreando a sus hijos, también grandes, todos mirando hacia el piso como si no hubiera meta a donde llegar duele pero pude registrar cómo se contagia la desubicación, la desorientación; hasta el mejor plantado puede marearse y no saber qué hacer, ni cómo ni cuándo.
Repiquetean en mi mente las palabras que me enseñaron y  brego por aprender: el por qué victimiza, el para qué lleva a la comprensión de la situación.
¿Para qué estoy esta mañana de un martes 11 de abril  en el hall central de este Hospital siendo blanco de pedidos insistentes de coca, cigarrillos y plata para un café?¿ Qué tengo que ver y no llego a hacerlo?
El personal va llegando y se mezcla con los pacientes que pululan por el lugar. Hacen la vista gorda, como si no se sorprendieran de los gritos de uno, de los pantalones caídos de otro, de los tics, de la mirada vacía y de la manera de fumar…Yo sí me sorprendo, me había desacostumbrado.
A mis 18 años frecuenté mucho este Hospital,  era tan jovencita… Vuelvo ahora con casi 40 y me impacta verme grande entre grandes solo físicamente, cronológicamente.

Agradezco infinitamente  a la  gente que estudia y se prepara para trabajar con esta difícil problemática que representa la Sombra de todos los demás que nos movemos fuera de estos pabellones,  ignorándolos.
Agradezco profundamente que hayan estado allí para cobijar a mi hermano, a mi familia y a mí y rescato el recuerdo de una frase sabia que me dio nuevo horizonte cuando por acompañar a un familiar estaba dejando de hacer mi vida: El hermano mellizo de un interno me dijo “ Sos la hermana, tenés que vivir por vos y por lo que él no puede. No te quedes acá porque te volvés uno más”
Así que con doble responsabilidad vivo, valorando mi desarrollo personal, no para que quede en mí, sino para llevar la experiencia que construyo a los que no pueden, sea mi hermano o el que fuera. 

Ya comprendí para qué estoy aquí, para qué la vida me vuelve a traer al Hospital Borda. Gracias Fabi.

                                                                                                                                                                                          Ivana Rugini



jueves, 13 de abril de 2017

El árbol abuelo


Cuidar, valorar y amar a las plantas, sí. Admirar su belleza, también; pero lo que se despertó en mí  al estar frente al Algarrobo abuelo fue más profundo.
Añejo, curtido y gigante, como un pulpo que con sus tentáculos simboliza todo lo que puede crecer, hacer, a todo lo que puede acceder y acaparar.
La enseñanza ancestral comenta que el árbol más ancho del bosque es el ABUELO, el más sabio, el que orienta y guía…
Eso sentí al estar frente al Algarrobo abuelo, Merlo, San Luis (Argentina). Con más de 800 años, se lo venera, se lo admira y respeta y si te quedás sentado bajo su sombra fría y húmeda es como si te envolviera en su gran enseñanza de conectarte con la tierra, con tus antepasados y vibrar en UNIDAD. Así permanecí unos largos instantes hasta que otra reflexión  vino a mi encuentro: este gran árbol no resalta por su belleza, son sus tantísimos años los que se la dan. Esto mismo hace bellos a nuestros abuelos, no su apariencia, sino la hermosura subjetiva que vemos al estar delante de un anciano amado.
Es difícil amar a un viejo si solo se ve a un viejo. El amor brota sin esfuerzo cuando se valora quién es por lo que fue…

                                                                                                                  Ivana Rugini


LA BENDICIÓN DE UN ANCIANO

 

Bendito seas,

si comprendes que mis manos tiemblan

y que mis pies se han vuelto lentos.

Bendito seas,

si recuerdas que mis oídos

ya no oyen tan bien

y que ya no lo oigo todo.

Bendito seas,

si sabes que mis ojos ya no ven bien

Si no te enfadas

porque dejé caer la taza más bonita

o porque cuento lo mismo por enésima vez.

Bendito seas,

si me tratas con ternura,

si comprendes mis lágrimas silenciosas

y me haces sentir que soy amado.

Bendito seas,

si te quedas un rato más conmigo

cuando oscurece por todas partes

y si tomas si mano un momento

cuando deba entrar solo en la noche,

la noche de la muerte.

Bendito seas.

 Yo encenderé las estrellas

cuando esté en el cielo.

Autor: Desconocido