Cada uno tiene su “talón de Aquiles”. Si bien Aquiles fue un ser que
para la mitología griega era considerado invencible, tenía una debilidad que justamente era su
talón y fue derribado por una flecha en ese punto.
Ser sensible a las cuestiones del mundo, a los vaivenes de la vida en
donde te encontrás con pobreza,
abandono, inclemencias climáticas, guerras, entre otros tantos dolores, quiero
creer que a todos nos toca, nos duele; pero uno tiene que conocer qué le duele más para trabajar
en consecuencia y dejar su huella en ese aspecto; porque incluso el dolor puede
desglosarse, justamente, para poder hacer algo.
Ya hace tiempo largo que entendí que mi talón de Aquiles es la
discapacidad mental. Eso me duele, me preocupa y ocupa. No por minimizar otros
dolores, sino porque este, mire donde mire, está muy cerca mío. Espera algo de
mí.
Observo lo que solemos englobar en “la locura”, en cómo se agrava el
cuadro hasta tomar todas las áreas de una persona y a todos los integrantes de
su familia. Nadie escapa a los coletazos de la enfermedad.
Otra vez me toca ir al Hospital
Borda, otra vez…
Ya había ido muchas veces pero se ve que la vida me quiso despertar a la
realidad que no veía desde hacía 22 años. En el transcurso de ese tiempo fui varias
veces, pero en automático, viendo pero sin mirar …
Otra vez me topé con hombres que antes eran caratulados de locos,
violentos, agresivos, irresponsables, perezosos y manipuladores. Al verlos, con fármacos encima, lo primero que se me vino
fue la palabra zombi, son vivos pero sin
vida. No es crítica, no; es reflexión.
Haber visto a madres grandes
acarreando a sus hijos, también grandes, todos mirando hacia el piso como si no
hubiera meta a donde llegar duele pero pude registrar cómo se contagia la
desubicación, la desorientación; hasta el mejor plantado puede marearse y no
saber qué hacer, ni cómo ni cuándo.
Repiquetean en mi mente las palabras que me enseñaron y brego por aprender: el por qué victimiza, el
para qué lleva a la comprensión de la situación.
¿Para qué estoy esta mañana de un martes 11 de abril en el hall central de este Hospital siendo
blanco de pedidos insistentes de coca, cigarrillos y plata para un café?¿ Qué
tengo que ver y no llego a hacerlo?
El personal va llegando y se mezcla con los pacientes que pululan por el
lugar. Hacen la vista gorda, como si no se sorprendieran de los gritos de uno,
de los pantalones caídos de otro, de los tics, de la mirada vacía y de la
manera de fumar…Yo sí me sorprendo, me había desacostumbrado.
A mis 18 años frecuenté mucho este Hospital, era tan jovencita… Vuelvo ahora con casi 40 y
me impacta verme grande entre grandes solo físicamente, cronológicamente.
Agradezco infinitamente a la gente que estudia y se prepara para trabajar
con esta difícil problemática que representa la Sombra de todos los demás que nos movemos fuera de estos
pabellones, ignorándolos.
Agradezco profundamente que hayan estado allí para cobijar a mi hermano,
a mi familia y a mí y rescato el recuerdo de una frase sabia que me dio nuevo
horizonte cuando por acompañar a un familiar estaba dejando de hacer mi vida:
El hermano mellizo de un interno me dijo “ Sos la hermana, tenés que vivir por
vos y por lo que él no puede. No te quedes acá porque te volvés uno más”
Así que con doble responsabilidad vivo, valorando mi desarrollo
personal, no para que quede en mí, sino para llevar la experiencia que
construyo a los que no pueden, sea mi hermano o el que fuera.
Ya comprendí para qué estoy aquí, para qué la vida me vuelve a traer al
Hospital Borda. Gracias Fabi.
Ivana Rugini