Cuidar, valorar y amar a las plantas, sí. Admirar su belleza, también;
pero lo que se despertó en mí al estar
frente al Algarrobo abuelo fue más profundo.
Añejo, curtido y gigante, como un pulpo que con sus tentáculos simboliza
todo lo que puede crecer, hacer, a todo lo que puede acceder y acaparar.
La enseñanza ancestral comenta que el árbol más ancho del bosque es el ABUELO, el más sabio, el que orienta y
guía…
Eso sentí al estar frente al Algarrobo abuelo, Merlo, San Luis
(Argentina). Con más de 800 años, se lo venera, se lo admira y respeta y si te
quedás sentado bajo su sombra fría y húmeda es como si te envolviera en su gran
enseñanza de conectarte con la tierra, con tus antepasados y vibrar en UNIDAD.
Así permanecí unos largos instantes hasta que otra reflexión vino a mi encuentro: este gran árbol no
resalta por su belleza, son sus tantísimos años los que se la dan. Esto mismo
hace bellos a nuestros abuelos, no su apariencia, sino la hermosura subjetiva
que vemos al estar delante de un anciano amado.
Es difícil amar a un viejo si solo se ve a un viejo. El amor brota sin
esfuerzo cuando se valora quién es por lo que fue…
Ivana Rugini
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