Algo en mi cuerpo anda mal, no funciona.
Mientras los médicos buscan cuál es el problema, el tiempo pasa y yo me
siento “fallada”.
Y el tiempo corre, vuela, se esfuma. De un estudio a otro pasan meses.
Inyecciones, óvulos, progesterona, aspiración y esperar con ansiedad a que me
digan cuáles son los siguientes pasos.
Los años se esfumaron, la ilusión de ser mamá, no.
Nuestros amigos insisten en que adoptemos, que me abra a esa idea.
No entienden, parece que como a todos les vino naturalmente, no comprenden
que mis ganas son de sentir a mi hijo en la panza, de sentirlo mío, de darte un
hijo a vos, de ser fértil para vos y cumplir mi función de mujer.
Y tener un hijo nuestro, con nuestras facciones, con nuestra genética,
con el color de ojos de mi abuelo o del tuyo.
¿Por qué las otras mujeres si y yo no? ¿Por qué hay quienes tienen hijos
como conejos y yo ni llego a concebir uno con toda la parafernalia con la que
me manipulan de todos lados. Ya me duele tanto todo: el útero, las trompas, el
endometrio y no sé cuántas cosas más que me llenan de contraste para estudiar
si hay alguna zona tapada. El corazón tengo tapado de tantas desilusiones!!!!
Ya sé que no tengo que comparar, que no es por ahí cómo se consiguen las
cosas. Pero ¿por qué unos tantos y otros nada.?
Si solo quiero algo tan simple y único como tener un hijo en mi vientre.
Tengo tanto para dar.
Esperé tanto el formarme, estabilizarnos como pareja, conseguir nuestro
techo, tener trabajo; que ahora me pregunto
para qué esperé tanto, por qué no me descontrolé un poquito, por qué nos
cuidamos todos estos años si no era tan fácil concebir como creíamos…
Al final, si no programas tu vida sos una cabeza fresca (decía mi
abuela)
y si la programás tanto, algo puede salir mal.
Solo quiero un hijo, mirarme en sus ojos, sentir su aroma y reconocerlo,
fantasear con su nombre y rogar no sufrir los dolores de parto, hablar con
otras embarazadas y contarnos acerca de los síntomas de cada trimestre o
juntarme con mamá y que me cuente su experiencia por enésima vez.
Solo quiero un hijo.
Estoy dispuesta a hacer lo que haya que hacer, yo pongo el cuerpo. No te
preocupes. Vos bancame mis arranques y cambios de humor, sabés que la batería
de hormonas que estoy tomando otra vez, se hace sentir.
La panza se me infla como si estuviera de cinco meses. Hasta me ceden el asiento en el
colectivo. Lo que rescato de bueno, si puedo rescatar algo, es que ensayo lo
que se siente, cómo se enternece la gente y con qué delicadeza me trata el que
no me conoce. El que sí me conoce, y me ve hinchada como un sapo pone cara de
lástima por mí, que nuevamente intento. Me mira como diciendo “pobre, no se
resigna”.
Y no, no me resigno. Me frustro pero sigo, hasta los médicos, en los
intentos anteriores me hicieron la escena “ ¿Cómo que no funcionó??? ¡Si eran
de buena calidad!!! ¡¡¡¡¡¡¿¿¿Ahora, yo los tengo que contener a ellos o
explicarles qué pudo andar mal!!!????
También te estudian a vos. Nunca
lo hablamos tan seria ni abiertamente pero debe ser raro, vergonzoso e incómodo
encerrarse en un baño y salir con un frasquito lleno.
Soy conciente de que yo pongo el cuerpo pero vos también. Solo que a vos
te pesa más dejar la integridad en un frasquito.
Yo la integridad ya la perdí con tantos ultrajes al cuerpo, bomba de hormonas,
especulaciones de qué día exacto debo hacer esto o aquello pero sobre todo se
desmoronó mi alma cuando los médicos me diagnosticaron a mi como la infértil.
Que difícil es mirarte a los ojos, porque todos los dedos me señalan a mi
como la del problema. ¿Con qué ganas me voy a acercar a vos?
Me doy cuenta de que vos tampoco sabés cómo mirarme. Hasta eso es
complicado…
Supongo tu disyuntiva: No sabés si apoyarme en la idea de seguir
probando o tranquilizarme.
Yo lo que sé es que quiero un bebé, mi bebé, de mi vientre. Acariciarlo
en la panza, descubrir cada patadita, satisfacer cada antojo, dormir mucho y justificadamente, comprar chucherías y
hacer lugar en nuestro dormitorio para
un catrecito.
Estoy dispuesta, atenta, entregada a que un hijo modifique completamente
mi vida. Quiero ser y estar para él.
Solo quiero ser mamá. ¿Es mucho pedir?
Lic. Ivana Rugini
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