viernes, 12 de enero de 2018

Trascender la dualidad



A simple vista, nuestro mundo se rige por el principio de dualidad:
Lindo-feo
Joven-viejo
Bueno-malo
éxito-fracaso
y un largo etcétera.

Creemos que uno tiene la razón y el otro es el que está equivocado.
Que si alguien no está de mi lado, es el enemigo.
Que si no tiene mi ideología, no sabe nada.
Si no trabaja de lo que yo creo que es trabajo, es un vago.

¿Cuántas personas hay así, tajantes, blanco o negro y rígidas?
Muchas, hasta que la vida, corroe la carcasa  para que uno aprenda a vivir en su vaivén.
Esa danza de la vida está claramente simbolizada en el yin y el yang.

“El yin yang es un principio de la filosofía china, en donde el yin y yang son dos energías opuestas que se necesitan y se complementan, la existencia de uno depende de la existencia del otro. El yin y yang es un símbolo de armonía debido al equilibrio que produce la interacción de las dos energías”
El ejemplo clásico de esta armonía de opuestos  es el día y  la noche. Danzan cíclicamente y así se deja de pensar en complementariamente opuestos, para disfrutar de cada uno en su esplendor hasta que venga el otro.
Me detengo hoy en lo que para mi fue y es  tan complicado de comprender, valorar y agradecer… Ese puntito blanco que  está dentro del espacio negro y ese puntito negro que está ligado y ya forma parte del espacio blanco.
La frase conocida que representa lo que este símbolo quiere explicar es:

 “En todo lo malo hay algo bueno y en todo lo bueno hay algo malo”.

Hace un tiempo que dejé de quejarme internamente por lo que considero triste, difícil o cuestionable;  dejando lugar a que lo bueno de la situación se me presente (porque aunque no lo vea a simple vista, por equilibrio, debe estar).
También dejé de desear vivir en la perspectiva extremadamente positiva, puramente optimista; porque ya resulta hasta fantasiosa.
 Entendí que a  la tristeza hay que atravesarla tanto como  a la alegría.
De quien nos desafía, hay que tomar el mensaje, como también hay que aceptar los halagos, el apoyo y el estímulo de quien los provea.
El esfuerzo hay que hacerlo para sentirnos dignos del descanso.
Las críticas hay que escucharlas porque nos ayudan a crecer.
Hay que vivir la enfermedad para valorar todo lo que nos permite  hacer la salud.
Las carencias hay que transitarlas porque nos marcan nuestras aspiraciones.
El movimiento de la luz y la oscuridad, de la inhalación y la exhalación conforman el equilibrio y la armonía de la vida. Se necesita de los dos polos para estar sanos, completos y plenos.

Es cierto que aprendemos a través del contraste, hasta que salimos de él. No porque ya no haya “situaciones desfavorables” sino porque se sale de rótulo bueno o malo  cuando se vive todo tal cual es con sus ventajas y dificultades.
Recuerdo la mirada de un señor que ante el nacimiento de un nieto, después de tomarlo en sus brazos y besarlo suspiró “estoy viejo”.
Agregó un rótulo a una situación y le plasmó toda la carga de vibrar en vida o muerte, en crecimiento o decrepitud, salud o enfermedad.
La nueva vida le confirmó el paso de sus años… Lo que no había en su mirada es la alegría indescriptible de tomar a un nieto en sus brazos gracias a haber vivido hasta ese momento para poder experimentarlo. Yin y yang


La dualidad está para trascenderla.
¿Cómo?
Por el “sendero del medio” (Buda).


                                                                                  Lic. Ivana Rugini



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