La tía de Brune
sembró la semilla regalándole: CUENTOS DE BUENAS NOCHES
PARA NIÑAS REBELDES. Cien historias reales, de mujeres pequeñas, jóvenes y
mayores que cuestionaron su destino, para forjar su propio camino.
Impactante.
Cada vida, lucha, sueño,
porvenir y su correspondiente avance para la humanidad (no solamente para
ellas, que también hubiese sido válido); todo eso pellizcó mi comodidad, mi
“hago lo que puedo”, “qué se le va a
hacer”,“ es lo que hay” y la constante
resignación conocida.
Las páginas volaban en
nuestras manos. Hasta que llegó el final.
El libro, excelentemente
bien compilado, cierra su mensaje con una hoja en blanco invitando a la lectora
a que dibuje su rostro y cuente su historia. ¿Qué hizo hasta aquí de importante
para sí misma y para la comunidad?
Mi hija me miró como para
que empiece con mi análisis personal y
le sirva de ejemplo cercano y yo la miré “devolviéndole la pelota” alegando que
la convocatoria había sido para una nena y yo ya no entraba en ese rango.
Pero me quedé pensando…
Por si esto fuera poco,
al tiempo encuentro en mi biblioteca un libro que me regaló quien lo escribió
(con todo el peso que conlleva), y el tema era, justamente, sobre la vida de la
Madre Teresa de Calcuta. Otra grande entre las grandes. Las páginas también volaron en mis manos, no
solo porque se lee fácil, sino porque volvió a traer al consciente lo que ya
había empezado a remover el libro anterior: el tema de la
acción.
La metafísica trata a la Acción
como una virtud que corresponde al color o rayo rosa, ya que el hacer es
consecuencia del Amor. Cuando uno sabe lo que quiere y lo ejecuta, la magia del
amor sigue su curso desplegándose a sí mismo y ayudando a los demás. O sea,
ganamos todos.
¿Cuánta gente anda
perdida sin enfocarse, sin hacer lo que desea, sin cumplir su misión, en
definitiva, sin moverse?
Todos tenemos esquemas y
estructuras a vencer, a cuestionar o a aceptar. Leer las historias de mujeres
que ocuparon muy bien su tiempo, sus años, su existencia por un bien propio y
colectivo, es inspirador para que todos nos pongamos en marcha.
Y para quien todavía no se
anima a arrancar, con solo afirmar “YO SOY ACCIÓN”, el motor interno empieza…
porque está ávido de plasmar en hechos lo que vino hacer.
Observar al otro para
inspirarse, sí. Mirar al otro deseando hacer lo que hace, es perder el tiempo.
Lic. Ivana Rugini
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