Las antiguas tradiciones nativas, marcan la transformación del niño a
joven con un rito, el rito de paso.
La ceremonia consiste en pedirle a ese chico que transite diferentes
pruebas, debiendo desplegar sus herramientas internas, en especial, la
fortaleza.
Al volver de su travesía, se lo espera con un festejo en el que se le
asigna un nuevo nombre, porque ya no es el que era; hasta debe empezar a llamar
a su madre por su nombre, para afianzar la idea de que a partir de ese momento
el niño quedó atrás. La responsabilidad se va incorporando lentamente hasta
quedar demostrada con los desafíos superados.
Los ritos de paso no solo determinan el salto a la juventud, sino que
hay iniciaciones para los distintos estadíos de la vida. En este caso, no solo
el niño tiene que saltar a otro escalón evolutivo, también la madre tiene que
“soltarlo” para “saltar” y poder posicionarse ella misma en otra fase.
Así vemos como la transformación de uno afecta a otros que también
crecen e influyen en otras personas más.
En la actualidad, sin caciques
que marquen el comienzo y el final de una etapa, la vida misma con su sabiduría
impone las pruebas a atravesar.
Si revisamos nuestra historia, seguramente, podremos registrar alguna situación o
enseñanza que nos caló hondo como para que diéramos el paso, el salto, el
avance hacia la siguiente etapa.
Cuando uno es joven se rebela a los pedidos de los padres o mayores, pero al crecer se extraña el solo hecho de
obedecer, de acatar; porque la responsabilidad final es de otro, del que guía,
y en definitiva, es un alivio ser orientado.
A todos nos llega el momento de ceder el mando, hasta el de la propia
vida, y a otros, el de tomarlo.
Pero ¿cuántas veces vemos a gente que se aferra en el rol de adolescente
a pesar de su edad cronológica; o por el
contrario, el de ser capo di tavola
cuando ya debería escuchar las sugerencias de los más jóvenes?
Las iniciaciones en la adultez consisten en tomar la posta y no perderse
en los vericuetos de los cuestionamientos de querer – poder – lograr hacerlo
como lo hacían los otros.
¿¡Cómo pesa darse cuenta de que las cosas cambiaron, de que ya es uno el que tiene que decidir y
que los demás esperan órdenes con sumisión o resistencias, pero ya van bajando los brazos para que alguien los
sostenga!?.
La idea de este escrito es que repasemos en qué etapa estamos. Ofrecerle
nuestra fuerza al que ya no la tiene y escuchar los consejos de los que tienen
más años y más vida recorrida.
En cada fase, siempre, va a haber alguien a quien ayudar y otro que va a
poder acompañarnos.
El secreto es no estancarnos en
un rol, en una edad, en un estilo de vida. La posta tiene que pasar de mano en
mano. Intentemos que sea lo más fácil posible para todos.
Lic.
Ivana Rugini
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