De pequeño uno es acompañado a todos lados por cuidado, amor y protección.
De joven es uno el que acompaña y se deja acompañar por camaradería, por
afinidad o por diversión.
De adulto, cuando supuestamente ya no se necesita que “te lleven” o que
“pregunten por vos” y el tiempo disponible para otros no abunda, un dilema viene
asomando…
Cuando uno al fin siente que se vale por sí mismo y va queriendo
organizar la vida y sus tiempos; se da vuelta la taba, porque son aquellos que
nos cuidaron, amaron y protegieron los que requieren de nosotros, de nuestro tiempo, fuerza, memoria y ubicación.
Al principio la desazón parece carcomer el equilibrio emocional y uno se siente víctima del destino hasta que
la comprensión llega y te das cuenta de que realmente los ciclos están
sabiamente programados y simplemente lo que hay que hacer es dar el paso hacia
el siguiente ciclo: Estar para los padres.
Sin duda que este ciclo será más duro para quien no tenga con quien
turnarse ni tirar la moneda.
Y así, el oleaje de la vida nos enfrentará a tener que repartirnos entre
nuestra salud, pareja, hijos, trabajo, amistades, padres mayores, las
cuestiones del hogar y un etcétera largo con horarios que no nos dan mucho
margen de negociación.
Solo queda transitarlo.
Me cuestiono el cómo. ¿Qué ceder sin reprochar ni reprocharme después?
No por nada, acompañar es un arte.
No solo por saber cómo y cuándo estar, ayudar, compartir sin anular e
invadir; sino también sin descuidar a las otras áreas de la propia vida.
Arte. Una palabra tan abstracta para mí hasta hoy, que termina siendo mi
guía acompañando mis pasos.
Lic. Ivana Rugini
No hay comentarios:
Publicar un comentario