Aprovechando el festejo del 25 de Mayo salimos por la ruta buscando una
peña, una bandera argentina, un locro o unos caballos. Todo eso lo encontramos
en Olivera, un pueblo entre Luján y Mercedes.
La Patria tuvo su festejo y, para mí, el caballo el protagonismo.
Tanto me impactó el caballo, su propia belleza y el vínculo que tiene
con el hombre que me detuve a observar cuál es su mensaje, su sabiduría y su
esencia.
El Poder que representa queda demostrado en cada movimiento, hasta en
cada mirada. Indiscutiblemente simboliza el poder de usar la voluntad, de
ponerse en acción conociendo su resistencia y vigor.
Cuando nos sentimos llamados por un caballo, son estos aspectos los que
tenemos que considerar: Si tomamos consciencia de nuestro Poder, cómo
utilizamos la voluntad, en qué invertimos nuestro vigor y cuánta resistencia
poseemos.
Su esencia invita a vivenciar la libertad, a desarrollar la rapidez en
los reflejos como para cambiar de rumbo cuando la fidelidad a uno mismo está en
peligro.
El caballo representa la capacidad de ser “Amadrinado” siendo uno más
del grupo o ser un potro salvaje cuando se requiere.
Por último, y esto lo sostiene muy bien la equinoterapia, el caballo nos
ayuda a elevar nuestra consciencia, a ver las cosas desde otra perspectiva. La
altura de este maravilloso animal y su temperatura corporal nos proporciona una
calma que tranquiliza y empodera a la vez, mejorando notoriamente nuestra autoestima.
En momentos de debilidad física, emocional o psíquica observar un
caballo nos va a contagiar aquella virtud que escasea en nosotros.
Quien pueda montar un caballo, mucho mejor; pero que lo haga con respeto
y humildad; porque no por servirnos es inferior y merece el látigo. Todo lo
contrario; es tan poderoso que colabora incondicionalmente en nuestra
evolución.
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