Se dice que
el famoso microclima no solo lo posee Merlo, en San Luis, sino también los
pequeños pueblos cercanos a las Sierras de los Comechingones. Los Hornillos,
Dique La Viña, Nono y Las Rosas son lugares
que tienen un clima especial que genera “algo” en sus habitantes y en quienes
pasean por allí.
La vida me llevó a parar unos días en Villa Las Rosas. Todo un pueblo “decorado” por rosales de distintos colores; cada calle hasta la ruta inclusive, es embellecida con aroma y color.
Sentarte en la plaza céntrica totalmente rodeada de rosas y custodiada por árboles frondosos y llamativamente anchos te habla de que la madre naturaleza junto a la mano y la consciencia del hombre son la combinación perfecta.
Los pilares construidos de cuarzo, aportan más magia aún y cuando el movimiento de la feria da un respiro y podés sentarte un momento; te recomiendo un ejercicio de visualización para realizar en ese entorno ideal.
Tranquilo y relajado, dejándote llevar por el encanto del paisaje, vas a visualizar una rosa. Vas a detenerte en el color de la rosa que viene a tu encuentro, el tamaño de la flor y cuán abiertos están sus pétalos.
También vas a observar si en
la imagen que recreaste, la rosa tiene tallo y fundamentalmente, espinas.
La flor abierta y exuberante
representaría el despertar espiritual que estás experimentando; el tallo el
enraizamiento necesario para vivir una vida plena a consciencia (el eje) y, las
mal llamadas espinas, nos llevan a
analizar cómo y cuánto nos protegemos o si nos es más cómodo arrancar nuestras
defensas para no herir prefiriendo quedar a merced de los otros, inermes.
Las rosas nos dan el ejemplo
ideal de cómo brindarse al mundo con belleza y generosidad, pero cuidándose; ya
que sus “aguijones” son su mecanismo de defensa contra animales herbívoros que
quieren comerlas.
Toda una lección.
Lic. Ivana Rugini
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