viernes, 12 de enero de 2018

Toda una vida



Me siento grande y los dolores no se van.
Siento que quiero hacer muchas cosas pero el cuerpo no me da.
 Quisiera disfrutarte y no quiero molestarte. ¿Cómo se hace?
Quiero verte seguido pero también quiero que tengas tu vida lejos de tantas pastillas, tensiómetro, y visitas a los doctores. Si todavía puedo ir yo a buscar la receta, para qué te vas a venir? .Quedate allá que vos tenés tu vida.
Quiero estar bien para vos pero no estoy bien conmigo. Hay partes de mi  cuerpo que desconozco. Mis piernas ya no son mis piernas. Están hinchadas, ya ni tobillos tengo.
Caminar ya no camino, siento que piso como si fuera un colchón de agua.
Me dicen que no me mueva, que no baje escaleras, que no venga con bolsas, que no me esfuerce, que no me haga mala sangre, que me tire a dormir la siesta y vea la televisión. ¿Eso es vida? ¡¿No hacer nada!?

Lo que antes quería y podía comer, ahora  me lo prohíben o me cae mal. ¿Cómo puede ser que lo que comí toda la vida ahora me caiga mal? Escuchame…
Me frustra ya no hacer lo que hacía hasta no hace mucho.
Me enojo con facilidad, ya lo sé. Aunque no me doy cuenta cuando contesto mal o estoy chiflado.
Sí, te veo frenando mi temperamento, como si quisieras calmarme todo el tiempo.
¿¡Y como me voy a calmar!?
¡Mirá los precios de las cosas!
¡Mirá como tratan a los jubilados!
Como si ellos no fueran a llegar a viejos… hasta un tipo se hizo el que me conocía, paró su bicicleta, me dio la mano para saludarme y me robó el anillo de casado…. ¿Te parece a vos?
¿Cómo no me voy a enojar?
Si veo que la casa se viene abajo y yo no puedo agarrar  ni el pincel para pintarla yo, yo y yo. Porque yo la hice. Ladrillo por ladrillo.  A lo chambón como soy pero me construí mi casa. Tu madre quiere llamar a alguien para que arregle la instalación eléctrica. ¿Qué me contás? Si todo eso lo hice yooooooooo.
Me enojo porque ni llego a atarme los cordones y para no decirle a tu madre, ando así, con los mocasines desatados.
Me enojo porque no entiendo el telefonino y aprieto cualquier cosa.
Sí, ya sé que me lo explicaste y me lo vas a seguir explicando pero me molesta tener que preguntarte cien veces algo que ya sé que te lo pregunté cien veces antes y además, vos venís cada muerte de obispo.
Me enoja que no me llames  y también sé que cuando llamás no te quiero decir que acá el panorama es tétrico. Entonces quiero que me cuentes vos. Y vos no me contás porque querés que te cuente yo; como si lo que me pasa a mi fuera  más importante que lo que te pasa a vos.
Encima me decís que no me dejo querer. Y que querés????  Si me crié solo!!  Éramos diez hermanos y cada uno hacía lo que podía. Qué se yo lo que es que te quieran y te cuiden.
Me aconsejás que si el día está lindo vaya a la plaza a charlar con mis paisanos. ¿¡Con quién!? ¡Si ya no queda ninguno!.

Estoy pero no estoy.
Estás pero no estás. Ya te dije que no necesito nada. Estoy bien. Ya cobré la jubilación y con esto tiro…
Pero, ¿cuándo venís?



                                                                                          Lic. Ivana Rugini

Trascender la dualidad



A simple vista, nuestro mundo se rige por el principio de dualidad:
Lindo-feo
Joven-viejo
Bueno-malo
éxito-fracaso
y un largo etcétera.

Creemos que uno tiene la razón y el otro es el que está equivocado.
Que si alguien no está de mi lado, es el enemigo.
Que si no tiene mi ideología, no sabe nada.
Si no trabaja de lo que yo creo que es trabajo, es un vago.

¿Cuántas personas hay así, tajantes, blanco o negro y rígidas?
Muchas, hasta que la vida, corroe la carcasa  para que uno aprenda a vivir en su vaivén.
Esa danza de la vida está claramente simbolizada en el yin y el yang.

“El yin yang es un principio de la filosofía china, en donde el yin y yang son dos energías opuestas que se necesitan y se complementan, la existencia de uno depende de la existencia del otro. El yin y yang es un símbolo de armonía debido al equilibrio que produce la interacción de las dos energías”
El ejemplo clásico de esta armonía de opuestos  es el día y  la noche. Danzan cíclicamente y así se deja de pensar en complementariamente opuestos, para disfrutar de cada uno en su esplendor hasta que venga el otro.
Me detengo hoy en lo que para mi fue y es  tan complicado de comprender, valorar y agradecer… Ese puntito blanco que  está dentro del espacio negro y ese puntito negro que está ligado y ya forma parte del espacio blanco.
La frase conocida que representa lo que este símbolo quiere explicar es:

 “En todo lo malo hay algo bueno y en todo lo bueno hay algo malo”.

Hace un tiempo que dejé de quejarme internamente por lo que considero triste, difícil o cuestionable;  dejando lugar a que lo bueno de la situación se me presente (porque aunque no lo vea a simple vista, por equilibrio, debe estar).
También dejé de desear vivir en la perspectiva extremadamente positiva, puramente optimista; porque ya resulta hasta fantasiosa.
 Entendí que a  la tristeza hay que atravesarla tanto como  a la alegría.
De quien nos desafía, hay que tomar el mensaje, como también hay que aceptar los halagos, el apoyo y el estímulo de quien los provea.
El esfuerzo hay que hacerlo para sentirnos dignos del descanso.
Las críticas hay que escucharlas porque nos ayudan a crecer.
Hay que vivir la enfermedad para valorar todo lo que nos permite  hacer la salud.
Las carencias hay que transitarlas porque nos marcan nuestras aspiraciones.
El movimiento de la luz y la oscuridad, de la inhalación y la exhalación conforman el equilibrio y la armonía de la vida. Se necesita de los dos polos para estar sanos, completos y plenos.

Es cierto que aprendemos a través del contraste, hasta que salimos de él. No porque ya no haya “situaciones desfavorables” sino porque se sale de rótulo bueno o malo  cuando se vive todo tal cual es con sus ventajas y dificultades.
Recuerdo la mirada de un señor que ante el nacimiento de un nieto, después de tomarlo en sus brazos y besarlo suspiró “estoy viejo”.
Agregó un rótulo a una situación y le plasmó toda la carga de vibrar en vida o muerte, en crecimiento o decrepitud, salud o enfermedad.
La nueva vida le confirmó el paso de sus años… Lo que no había en su mirada es la alegría indescriptible de tomar a un nieto en sus brazos gracias a haber vivido hasta ese momento para poder experimentarlo. Yin y yang


La dualidad está para trascenderla.
¿Cómo?
Por el “sendero del medio” (Buda).


                                                                                  Lic. Ivana Rugini



martes, 5 de diciembre de 2017

Saber estar

El cansancio del día, de tanto trabajo, de las actividades extra y el agobio de la rutina lleva a que la amabilidad desaparezca, la solidaridad se esfume y el amor no se encauce. Los semáforos parecen eternos, cualquier demora es imperdonable, las filas activan la ansiedad y las preguntas son molestas. Cualquier cosa nos perturba y los bocinazos son moneda corriente.
La vida con su ritmo acelerado nos exprime, nos agota. Si nos dejamos llevar por el tiempo, no hay de más en nuestra estructura. Muy pocas veces podemos planificar dar una mano, y la vida no es solo vivir para uno mismo.
Hay que estar para los demás. La cuestión es querer, poder y saber hacerlo.
Por supuesto, todo en su equilibrio.
Tener vida propia es el desafío de quienes viven opinando, aconsejando y haciendo por y para otros tapando baches de soledad y de insatisfacción personal.
Esa persona tiene que aprender a estar consigo misma, dedicándole más tiempo al desarrollo personal.
Estar para otros es el desafío para aquellos que viven enfrascados en sus problemas, sus temas, sus preocupaciones. Los famosos “Ombligo del mundo”  quienes no están disponibles para nada ni nadie.
Estas personas necesitan abrirse a lo beneficioso que es compartir la vida con otros… estando.
Con presencia, con un consejo, con dinero, con una llamada, con una mirada, con una palmada en el hombro, con un regalo inesperado, con una recomendación, con un favor, o facilitando una situación. Todas son manifestaciones  del amor y cuando hay amor el tiempo ya no es una barrera…

                                                             Lic. Ivana Rugini


/www.youtube.com/watch?v=Aw1lOieUVDs

viernes, 17 de noviembre de 2017

Hipotiroidismo


El Hipotiroidismo es un desorden de la glándula tiroides en el que se producen menos hormonas, que se encargan de regular el metabolismo de todas las células del cuerpo (cerebro, piel, corazón, sistema digestivo, sistema respiratorio, etc.).
Los síntomas pueden ser muy amplios: cansancio, piel seca, cabello débil, fragilidad de uñas, somnolencia, constipación, aumento de peso, intolerancia al frío, trastornos del ciclo menstrual, infertilidad en la mujer e hipercolesterolemia.
Repasemos qué lectura se le da a cada uno de los síntomas para conocer mejor el cuadro general.
La clave está en tomar como señal a cada uno de los síntomas sin descalificar o minimizar ninguno.
Las preguntas que nos permitirán despertar y conocer el verdadero origen de la dolencia son:
¿QUÉ ME IMPIDE ESTE SÍNTOMA? Y ¿QUÉ ME IMPONE ESTE SÍNTOMA?
Aquí detallo la información general, luego está en cada uno de nosotros, medir cuál es la problemática que prevalece en nuestro cuerpo actualmente.
Cansancio: el cansancio nos lleva a pensar en  qué invertimos nuestro tiempo y fuerza ya que sentimos que no damos más. Por lo tanto, uno tiene que seleccionar lo prioritario del día. Esta selección implica que queda poco margen  o ninguno para hacer por los demás (para quedar bien o manipular con nuestras acciones).
También cabe la pregunta: ¿Qué es lo que nos agota tanto? Una de las posibles respuestas está en nuestras elucubraciones. “Diálogo interno”, le dicen. Es aquella conversación constante que llevamos con nosotros mismos en nuestras mentes. Nos dejamos guiar por suposiciones, por interpretaciones  y por impulsos que nadie más que nosotros les dio el poder de dirigir nuestra vida.
Un ejercicio valioso para estos casos es registrar cada pensamiento o creencia que se nos viene a la mente, para poder al final del día, ver lo contaminados que estamos y sobretodo, cuál es el área que más atacamos.
Por supuesto, que hay que tener en cuenta a qué y a quién nos dedicamos. El cansancio denota aburrimiento y falta  de compromiso con lo que se está haciendo…
Piel seca: todas las cuestiones con la piel representan problemas de convivencia. Si la tendencia es a la piel seca, que hasta llega a formarse una capa dura, claramente la persona se está acorazando, no está dando todo el caudal de amor del que es capaz.  No hay buen intercambio entre  el ”interior” y el “exterior”. Las cuestiones a trabajar serían la confianza, la alegría y la espontaneidad.

Cabello débil. Al cabello se lo asocia con la fuerza, el vigor y la jovialidad. Con la caída del cabello se manifiesta que ya no tenemos la fuerza de antes; y también que nos estamos poniendo más rígidos en pensamientos y posiciones. Si la caída es por tensión, es que manifestamos una actitud de debilidad ya que no estamos afrontando los cambios como debiéramos. Cuando el cuero cabelludo no se siente irrigado por nuevas ideas, por un entendimiento más flexible, la sangre, que es la esencia vital no llega a nutrir la cabellera, por lo tanto se parte y debilita hasta caer.
El antídoto es ver en qué aspecto estamos siendo “cabezaduras”.

Uñas: La piel nos protege, las uñas nos defienden. Si las uñas están debilitadas, no tenemos armas para delimitar hasta donde se pueden acercar los demás, qué nos molesta y no tenemos con qué “atacar” si es necesario. Por lo tanto, la persona se empieza a sentir desvalida, lo que conlleva al posterior sometimiento.

Somnolencia. El buen dormir manifiesta entrega y confianza. Permite reponer energías y uno está permeable a abrirse al mundo onírico que es un limpiador psíquico.
La cuestión es cuando las ganas de dormir son excesivas. Esa necesidad imperiosa de estar en la cama durmiendo ya no es positiva. La lectura que se le da al dormir de más es la de intentar evadir la realidad por temor a las exigencias del día. En el caso del hipotiroidismo esa evasión puede estar motivada por la falta de voluntad, de fuerza o de orientación.

Constipación: Implica no poder fluir con las leyes de la vida, tomando el alimento y desechando lo que no nos sirve. El miedo a la pérdida, a no tener más adelante, toma el protagonismo y la persona necesita tener el control de los acontecimientos.
Lo mismo ocurre con los vínculos, ellos también afectan la función del intestino grueso. Cuando somos posesivos y no tratamos al otro con desapego nuestro organismo se resiente.
Trabajar en  tomar una actitud desprendida ante las cosas y afectos, es la solución para vivir con intensidad el presente, livianos de peso y despejados para poder disfrutarlo.

Aumento de peso: Si bien hay muchas variables para analizar el sobrepeso, lo que prepondera es la desvalorización y la impotencia.
Cuando tenemos sobrepeso nos  estamos  “autocastigando” con la acumulación de lastre/grasa/kilos=culpa=insatisfacción=impotencia=vergüenza; ya sea para asegurarnos el fracaso, para fallar de antemano o para que todo nos cueste el triple y tardemos mucho más que el resto.

 Intolerancia al frío: El frío implica miedo, asociado a no tener la fuerza suficiente o la capacidad para enfrentar lo que  se siente como exigencia.

Hipercolesterolemia: se obstruyen los canales (las arterias) que llevan el amor, el vigor y la vitalidad (la sangre). De alguna manera, es negarse a la alegría y al disfrute.


Infertilidad en la mujer: Se espera como óptimo que la mujer tenga una actitud consciente e inconscientemente de entrega, que sea permeable y acepte “pasivamente”  el ciclo menstrual en el período de su vida que la hace fértil. Cuando hay bloqueos en la entrega o en la condición de mujer, se manifiestan desajustes en los ciclos menstruales, dolores excesivos e infertilidad.

Resumiendo, la persona con hipotiroidismo percibe que el tiempo transcurre, que se le va de las manos y no llega a  cumplir sus deseos, necesidades y aspiraciones.
La resignación se instala  y deja de poner voluntad en un nuevo intento de abordar sus conflictos.  Por todos los síntomas que abarca, la crisis es amplia y honda.

Comenzar a dar pasos en la acción es la salida, apuntalando la voluntad que no es más que constancia y perseverancia.
Voluntad versus Desidia.  ¿De qué lado estamos? El tiempo vuela…




                                                                          Lic. Ivana Rugini

viernes, 10 de noviembre de 2017

¿Quién es el preso?


 Al ser padre uno cree  que el trabajo arduo serán los primeros años del hijo, por sus necesidades físicas, por sus chequeos médicos, por vigilar sus juegos, por cuidar su entorno, por alimentarlo sanamente…
Y uno va creciendo con ese hijo, viviendo a pleno cada etapa, disfrutando cada logro del niño que es un alivio para el padre que puede ir soltándole la mano tan paulatinamente que sea beneficioso para las dos partes.
El chico se independiza y es feliz por confiar en lo que puede hacer y el padre se siente orgulloso porque hizo bien su trabajo de proveerle las herramientas y la presencia necesarias en su debido momento.
 Y ya come solo.
Ya va solo al baño.
Ya lee.
Ya se queda solo en su habitación.
Se baña solo
Ya elige la comida y se la sirve solo, etc.

Cuando uno vive cada etapa con todo el esfuerzo que implica, después el alivio y el regocijo es doble.
 Pero ¿qué pasa cuando el hijo adulto se vuelve  alcohólico o simple y complicadamente inmaduro?

Pasa que ese padre no puede saltar a la siguiente etapa que es la de volver a pensar en sí mismo, en sus proyectos (más allá de los hijos) y en recuperar el espacio personal.
Así se retrocede o se perpetúa la etapa de cuidados, de estar alerta, de vivir sermoneando a un hijo que no quiere escuchar porque “dice que es su vida, y él está bien” “metete en tus asuntos” “yo soy grande y hago lo que quiero” “no estaba haciendo nada malo”.

Con el paso del tiempo la fuerza mengua, el estar en alerta no se sostiene porque el cuerpo necesita un descanso. Descanso que este padre no tiene
Ya no cambia pañales, pero esconde botellas. Ya no invita compañeros a jugar a casa, pero  va viendo con qué amigote se junta, ya no le presta la tablet para jugar, ahora le revisa el resumen de tarjeta por si tiene deudas.
“Sigo vigilándolo como si fuera un bebé”  y no puede ver que su hijo es preso del alcohol y él, de su hijo.
La adicción ata, condena y destruye no solo al adicto, si no también a su familia ascendente y descendente. Los vínculos se desordenan. Culpa va, culpa viene. Preocupación va y preocupación viene. Se miran entre todos para ver  quién debe accionar. ¿Papá que está grande, un tío o un hermano mayor de edad? Nadie se mueve. ¿A quién le corresponde?
Nadie puede, nadie se anima.  Todos se lamentan.
Nadie está exento de claudicar ni de que un familiar lo haga. Lo que hay que saber es que el amor sano no es apañar, tolerar, defender y justificar a una persona adicta. El amor verdaderamente sano es buscar ayuda neutra, que no esté teñida con la culpa y los reproches de la crianza.
Contactarse con una institución especializada es la mejor opción.
Tener al adicto en casa hasta que suceda un milagro o una tragedia, nos convierte en carceleros ineficaces.


                                                                                  Lic. Ivana Rugini



viernes, 20 de octubre de 2017

Alergias

Alergias

Convivencia, tolerancia, paciencia, adaptabilidad…
Cuando algo del entorno, nuestro organismo lo siente adverso, peligroso o enemigo, reacciona con artillería pesada para expulsarlo de nuestro cuerpo.
¿A qué no nos estamos adaptando? ¿Qué estamos rechazando? ¿A quién? ¿Qué lugar, qué rol, qué situación no podemos aguantar?
¿Por qué antes sí y ahora no?
Hasta ahora yo no tenía alergia ni al polen, ni al pelo del animal, ni al moho ni a  nada.
Se ve que la crisis de los 40 tuvo su efecto mostrando que algo ya no lo tolero más.  Algo a lo que antes me adaptaba bien, ya no.
Pero…¿ A qué? ¿A qué cosa mi cuerpo lo decodifica como hostil?
Sabiendo cuál es el agente alérgeno que nos causa reacción, podemos afrontar mejor el aspecto de la vida con el que tenemos conflicto.
Será el polvo que representa la “suciedad”, la “sombra” de cada uno
Será el pelo de animal rechazando la ternura, el contacto, el amor…
Será el polen que simboliza la fertilidad y  la procreación…
Será un poco de todo porque con la edad viene el autoanálisis  de cuanta energía invertí en estar para otros, en hacer para otros, en mantener ciertos vínculos;  que ya no me queda remanente para adaptarme a nadie ni a nada más?
Sé y siento que la solución no es el ostracismo, aunque cuando uno se siente vapuleado por el entorno, huir es el plan A.
Cuántas veces cada uno de nosotros habrá querido ser ostra para poder cerrarle la puerta al mundo (con polvo, ácaros,  pelos, agresiones, presiones, exigencias, horarios, personas y trabajos que no disfruta) y así cubrirse, cuidarse y recuperarse…
Pero nuevamente la naturaleza  muestra su contratara. La enseñanza de la ostra es que, aún cerrada y protegida, con  dolor es invadida por  partículas de arena que logran llegar a su interior. Luego, con su magia y gran trabajo convierte esos granitos de arena en una maravillosa y valiosa perla.
Así que por más que nos marginemos, encerremos para resguardarnos, lo que tiene que modificarnos nos va a afectar y está en nuestro crecimiento interior si creamos una perla o más aislamiento.
Vivimos en un mundo con factores alergénicos…para algunos
(contaminación ambiental,  conservantes de los alimentos, medicamentos, etc).
Lo que algunos sufren, otros lo disfrutan; lo que para algunos es indiferente para otros es enfermante. .Algunos pueden /saben aceptar el medio, la sociedad y  en otros prevalece el rechazo o se sienten inseguros.
Los invito a tirar otra vez la moneda y a no dejarse atacar por lo que nos rodea.
 Si hay algo que modificar en nuestro estilo  de vida, ya sea ropa, alimentos o hábitos que no sea  entendido como hostilidad del ambiente sino como un cambio personal que refleja una transformación interior.
Desafiar y afrontar lo que nos atemoriza o rechazamos es la solución.

“Ladran Sancho, señal que cabalgamos”.  Dijo El Quijote de la Mancha.
Estornudo, señal de que tengo varias preguntas que contestarme…




                                                                                         Lic. Ivana Rugini

viernes, 6 de octubre de 2017

Un perro en casa


Motivada por mi experiencia con Luna, y de allegados que recientemente pasaron por lo mismo, les cuento las “lecciones” que tomo a diario con mi mascota.
Al imaginar cómo podría cambiar la vida con un perro en casa, uno no llega a ver en todo su esplendor el amor, la madurez y la templanza que implica asumir el compromiso de incluir otra vida al hogar.
Amor: que no solo se refleja en mimos mutuos; también es amor dejarse transformar por esa criaturita que “nos llega”.
Madurez: porque se supone que una vez adentro de casa, ya no habrá reproches ni hacia uno mismo, ni a otros integrantes de la familia, ni al mismísimo animal. La madurez se pone en juego antes de hacerlo entrar, para no jugar con los sentimientos de nadie y una vez decidido, se asume la responsabilidad lo mejor que se puede.
Templanza: para dejar que la paciencia se instale en nosotros y no reaccionar  ante el primer olor feo, ladrido molesto, pisos sucios y cosas rotas.
Si bien gato y perro son los animales que se consideran mascotas porque son los que  han sido domesticados por el hombre, me abocaré en este escrito al perro porque Luna es una perra que rescatamos de un galpón.
Es de esperar que no haya consenso absoluto para que la familia se agrande y sea un adulto el que se sensibilice más con la idea, pero eso no quiere decir que quien impulsó la propuesta sea el total responsable del animal. Me llevó un tiempo considerable dejar de excusarme en que “accedí a regañadientes” para trasladar las responsabilidades y no hacer mi parte.
Tomé verdadera dimensión del lugar que quería ocupar junto a  Lunita cuando enfermó gravemente con una aparente pancreatitis y necesitó cuidados como de terapia intensiva en la propia casa. Y ahí estuve.  Nuestra conexión comenzó con su enfermedad y también empezó mi transformación.
A partir de allí otra es la historia, porque pude ponerle consciencia a un hecho que hasta ese momento, me apabullaba.
Comencé a vivenciar lo obvio, pero tuve que tener la intención de abrirme  para poder sentir la alegría, la ternura y la compañía que ofrece un perro.
Uno  de los muchos “beneficios” de adoptar un perro es que nos modifica internamente. Inmediatamente, con su llegada,  nos ayuda a reconocer si somos autoridad, si queremos serlo, si podemos serlo, si delegamos en otro esa posición o si aceptamos que el perro “decida” por nosotros, pasando a ser el propio animal, el alfa, el líder de la manada.
 Así que con los primeros movimientos del perro en casa ya se mide la autoridad de sus cuidadores, y  por ende, su autoestima.
¿Cuánto me respeto, qué lugar ocupo como persona y en la dinámica familiar, qué reglas necesito cumplir y hacer cumplir para que la casa continúe en pie?
Se precisa mucha reflexión  de estos temas  porque si no, viene la victimización que se manifiesta en frases como: “esto es mucho para mí “, “me tiene cansada/o”  y las dije…

Me tuve que replantear  cómo marcar  el límite, cuál es mi tendencia: ¿el grito, el golpe, la queja constante que no limita?

Con la crianza de Luna me di cuenta  del miedo que le tenía a mi propia autoridad. Consideraba que cada uno sabe y puede regularse solo y  yo no era quien para marcarle al otro lo que debía hacer. No había contemplado que se trataba de una criaturita a la que había que enseñarle, mostrarle lo que sí y lo que no, según mi criterio. Así que me encontré preguntándome qué me molestaba, qué necesitaba, quién ayudaba y qué me gustaba de la vida con la perra.
En esa reflexión me percaté del temor que me generaba cuando Luna gruñía  pero gracias a eso pude aprender a mostrar más los dientes yo, y así  ubicarla.
La veterinaria Claudia Cesare tuvo mucho que ver en mi evolución. Ella percibió que yo no disfrutaba de tener a Luna por todos los preconceptos que tenía y por estar sobrepasada por el trajín cotidiano.
El prejuicio que tenía con respecto al bozal,  pensándolo como una máscara que le coartaba la libertad. La veterinaria me explicó y pude estar permeable a su  mensaje. El bozal  es una herramienta para que el animal tenga mejor calidad de vida con más salidas cuidadas;  cuidando a la perra y cuidando a los demás.
Siguió diciendo que los perros vienen a transgredir las pautas  y que el trabajo nuestro es enmarcarlos continuamente.
Esa conversación con Claudia me despertó con respecto a  cómo estaba sufriendo por conectarme desde lo negativo como cuidadora-ama- madre de Luna, sin dedicarle tiempo a un paseo tranquilo con ella, a un mimo sin estar atenta a una mordida. En resumen, la perra me dominaba, percibía mi inseguridad y ella tomaba el mando.
Es un encuadre constante el que hay que hacer con la mascota, lo cual, desarrolla en nosotros la persistencia, perseverancia y PACIENCIA.
Luna hace tiempo que salió del cuadro grave. Agradezco y amo su presencia en casa.
Tengo mis días en los que me quejo, pero son más los momentos en los que me derrito de amor por ella agradeciéndole que me enseña que
 lo roto invita al desapego,
el ruido a la tolerancia
y su mirada tan tierna, a fundirme en un amor indescriptible.




                                                                                      Lic. Ivana Rugini