lunes, 22 de octubre de 2018

Quienes no desperdician el tiempo




La tía de Brune sembró  la  semilla regalándole: CUENTOS DE BUENAS NOCHES PARA NIÑAS REBELDES. Cien historias reales, de mujeres pequeñas, jóvenes y mayores que cuestionaron su destino, para forjar su propio camino.
Impactante.
Cada vida, lucha, sueño, porvenir y su correspondiente avance para la humanidad (no solamente para ellas, que también hubiese sido válido); todo eso pellizcó mi comodidad, mi “hago lo que puedo”,  “qué se le va a hacer”,“ es lo que hay” y la  constante resignación conocida.
Las páginas volaban en nuestras manos. Hasta que llegó el final.
El libro, excelentemente bien compilado, cierra su mensaje con una hoja en blanco invitando a la lectora a que dibuje su rostro y cuente su historia. ¿Qué hizo hasta aquí de importante para sí misma y para la comunidad?
Mi hija me miró como para que empiece  con mi análisis personal y le sirva de ejemplo cercano y yo la miré “devolviéndole la pelota” alegando que la convocatoria había sido para una nena y yo ya no entraba en ese rango.
Pero me quedé pensando…
Por si esto fuera poco, al tiempo encuentro en mi biblioteca un libro que me regaló quien lo escribió (con todo el peso que conlleva), y el tema era, justamente, sobre la vida de la Madre Teresa de Calcuta. Otra grande entre las grandes.  Las páginas también volaron en mis manos, no solo porque se lee fácil, sino porque volvió a traer al consciente lo que ya había  empezado a  remover el libro anterior: el tema de la acción.

La metafísica trata a la Acción como una virtud que corresponde al color o rayo rosa, ya que el hacer es consecuencia del Amor. Cuando uno sabe lo que quiere y lo ejecuta, la magia del amor sigue su curso desplegándose a sí mismo y ayudando a los demás. O sea, ganamos todos.

¿Cuánta gente anda perdida sin enfocarse, sin hacer lo que desea, sin cumplir su misión, en definitiva, sin moverse?
Todos tenemos esquemas y estructuras a vencer, a cuestionar o a aceptar. Leer las historias de mujeres que ocuparon muy bien su tiempo, sus años, su existencia por un bien propio y colectivo, es inspirador para que todos nos pongamos en marcha.
Y para quien todavía no se anima a arrancar, con solo afirmar “YO SOY ACCIÓN”, el motor interno empieza… porque está ávido de plasmar en hechos lo que vino hacer.
Observar al otro para inspirarse, sí. Mirar al otro deseando hacer lo que hace, es perder el tiempo.

                                                                        Lic. Ivana Rugini

martes, 16 de octubre de 2018

Amor por el lugar de donde vengo





Pocas veces crucé el Puente Brazo Largo que separa la Provincia de Buenos Aires con Entre Ríos. Menos de las que me hubiese gustado.
Fue la última, volviendo de Concepción del Uruguay que algo se abrió en mí…

Me fui de Zárate a los diecisiete años con el objetivo de estudiar, y el ritmo fue tan vertiginoso que no me detuve a pensar cómo era mi vida antes,  hasta esa noche en la que desde el puente pude ver las luces de la bella ciudad en la que viví tantas experiencias.
Recuerdos a borbotones llegaron a mí.
El jardín N° 2 y la amiga entrañable que me regaló el paso por esa Institución. Hasta vino de yapa una familia postiza que quise y me quiso como una hija más.
 La Primaria en la escuela N° 3 y el poder andar sola por la calle desde muy chica; porque se podía, claro.
El Secundario elegido: el Nacional y lo inmenso que me pareció el primer día de clases.
La juventud en el Club Náutico, la colonia obligada y luego el lugar que le di al remo en mi vida, con el grupo de amigos que se formó.
El Club Paraná y el corto pero intenso tiempo que jugué al  voley.
El Círculo de Cultura en donde orgullosa, concurría al Taller de Teatro y pedía libros prestados de la Biblioteca.
Las primeras salidas al boliche y tomar mi casa de escala para los demás,  porque era la que vivía en el “centro”.
El primer amor.
La pizzería de papá y toda la resistencia que tenía de atender al público.
Diecisiete años resumidos en palabras pero con tantas emociones que son difíciles de  describir.

Hoy, que todo eso ya pasó hace tanto tiempo, toma otro valor porque esa es mi historia. No hay otra. Es esa, por más de que me tuve que endurecer para poder irme y así adaptarme a la Gran Ciudad. Vengo de ahí, de caminar por Villa Fox, de ir al Secundario tocando el timbre de las casas  de mis compañeros para llegar en caravana a la escuela.
Melancólicamente vuelve a mí la hermosa costumbre de esperar la tardecita de los sábados para ir a dar una vuelta sabiendo que  la Justa Lima se convertiría en el punto de reunión de todos los que quería ver.

Crucé hasta Entre Ríos pero al volver  mi niña interna le sacó el candado al arcón de los recuerdos para sorprenderme con una emoción olvidada: amor por el lugar de donde vengo.
Gracias Zárate y a cada uno que se cruzó en mi camino.

                                                                               Lic. Ivana Rugini

Autorrealización



La autorrealización es una virtud y,por lo tanto, se puede desarrollar. Los Juegos Olímpicos de la Juventud (2018) me trajeron ese concepto con claros ejemplos.
Cada atleta, para poder serlo, antes tuvo que haber desarmado y desafiado sus patrones mentales de desvalorización personal; porque los no puedo, no sirvo, soy menos que… están en todos los rubros y se pueden instalar desde corta edad.
Tuve la posibilidad de ir a algunas “competencias”, que yo llamaría espectáculos; porque como espectadora honré a cada  chico que mostró  en su minuto de fama, años de vocación,  de esfuerzo y  de rutina.
Del paseo por la Villa Olímpica rescato las aclaraciones con las que se tiene que tomar el deporte, y no viene mal refrescarlas…



 La carta a los padres me llamó la atención porque nuevamente me mostró que en esta fase de la vida también  hay que recordar que la autorrealización es personal y viene de la mano de  acompañar a nuestros niños y jóvenes en sus elecciones, sin depositar en ellos  el peso de nuestros caminos truncados, ni tampoco el del del éxito alcanzado.

Lic. Ivana Rugini

viernes, 5 de octubre de 2018

Desafiarse




Con la sensación de que el tiempo pasa volando, de que los hechos importantes se nos escurren  y de que la rutina nos envuelve haciéndonos creer que hacemos siempre lo mismo; me propuse replantearme cómo vivir más plenamente cada momento.
Así encontré en mi interior la respuesta que al principio me congeló de miedo: HACIENDO COSAS NUEVAS.
¿Y a esta altura de mi vida, qué cosas nuevas quiero y puedo hacer?
La respuesta que me dio mi alma provocó un conflicto: TODO AQUELLO QUE HASTA AHORA NO TE ATREVISTE A HACER, con excusas, claro. “No sirve, no me gusta, no es imprescindible, a quién le interesa, no tengo tiempo, estoy cansada, etc”.

Emanando la necesidad de un desafío (posible) llegó la Comunión de Bru y su irresistible pedido de soslayo…¡¡¡souvenirs!!!!!! Y  dicho sea de paso ¡¡¡Mesa dulce!!! (en realidad ella dijo Candy).

Desde ya que no había puesto la mirada en una mesa así nomás con una torta sencilla en el centro. Nooo. Venía con decoración la cosa.
Para quienes me conocen, saben que los detalles no son mi fuerte. Al pensar y sentir mi incapacidad con respecto a lo delicado, algo dentro mío hizo el “click”. Si quería desafío, ahí lo tenía. Detalles, darle importancia a algo que en sus diez años y en mis cuarenta y uno, le había esquivado.
Tomé esas dos tareas con una responsabilidad única;  tensión sería la palabra adecuada para definir mi compromiso. Tener que hacer algo que nunca hice, y que quede lindo… Era mucho para mí. Pero arremetí.
Gente hermosa me tendió su mano y la tomé.
Bru tuvo lo que quería pero quien más ganó fui yo por haber afrontado algo que tiempo atrás descalificaba y ahora no.
Sin lugar a dudas me desafié (pudiendo no hacerlo y continuar en la chatura de “lo de siempre”). También, gente preciosa apareció para guiarme.
Lo interesante de esto que les cuento, por si sirve, es la invitación a que los desafíos los busquemos nosotros mismos, para no esperar que la vida nos imponga los suyos de mayor magnitud.
Desafiarse es vivir plenamente, es sentir que la vida no pasa en vano, es recolectar logros y momentos maravillosos.

Lic. Ivana Rugini





lunes, 24 de septiembre de 2018

El mar




Buscando paz nos hicimos una escapadita  para que el mar nos calme, alivie y de paso; si no es mucho pedir; nos limpie de dolencias físicas y emocionales.
Pero el viajecito corto y efectivo no salió como había sido soñado…

El viento ahuyenta a las visitas cuando quiere la playa solo para él. Y al que se atreve a acercarse lo castiga con su artillería pesada de miles y millones de granos de arena a gran velocidad acertando en todo el cuerpo.

Los médanos altos  hacen que sea un esfuerzo llegar al remanso del agua, recordándonos que no tenemos acceso fácil a todo.

El mar, que por momentos se torna bravo, demuestra que puede  ser agresivo hasta en las pequeñas olas que rompen  cerca de la orilla.

La arena de la playa con caracolas partidas pinchando  las plantas de los pies hace del paseo una experiencia dolorosa. Lo que lleva a pensar que idealizamos mucho…hasta que vivenciamos la realidad.

La lluvia no se apiada  de todo lo que uno organiza para poder viajar hasta allá; no le interesa el cansancio con el que se llega (por el viaje, por la previa y por la rutina que avasalla); ni le importa lo que implica ese  esperado recreo, tanto para los chicos como para los grandes.

La cuestión es que tuve que darle varias vueltas a la situación para dejar de lamentarme haber ido…

No traje descanso, ni  bronceado, ni relajación por caminar cerca del mar. Traje aprendizaje; porque nuevamente me marcan que no controlamos el clima. En realidad, no controlamos nada.

No todos los viajes son maravillosos. Son lo que deben ser.


                                                                Lic. Ivana Rugini


miércoles, 19 de septiembre de 2018

Camino Sagrado


Malargüe, Mendoza (Argentina).
 Manqui Malal se hizo lugar en nuestra agenda para ser visitado, observado y honrado. Zona de paredones altos (bardas) de origen marino que fueron elevados por los movimientos telúricos y hoy dejan  a la vista restos fósiles, ammonites y bivalvos.
Mi atención fue directamente a los ammonites; criaturas parecidas al pulpo o calamar actual pero con un característico caparazón espiralado.



La  forma helicoidal es muy bella y significativa.
 Representa la vida en ascensión, como el camino sagrado que cada ser comienza al nacer, cuando encarna, para transitar una vida de disfrute pero de muchos aprendizajes.
Por eso, al proceso de la vida misma se lo asocia con una escalera caracol; ya que, damos pequeños  pasitos, peldaño a peldaño, con cada decisión que tomamos, con cada puerta que abrimos o que cerramos.
Escalón por escalón.
La clave está en lo helicoidal.
Tanto el ammonite antiguo como el actual caracol con su espiral, es como si quisieran mostrarnos cuál es la manera  en que debemos vivir:
 No solo paso a paso, sino, registrando los logros; porque desde un peldaño superior se puede observar el proceso; todo lo que llevó y demoró llegar hasta donde estamos hoy. Todo lo que dejamos, superamos y sanamos.
También lo helicoidal nos impulsa  a no estancarnos en lo conseguido; sino a desafiarnos más en todo lo que implica el desarrollo personal. Con solo mirar para arriba uno se da cuenta de todo lo que le falta conquistar interior y exteriormente.
¿Y cómo abordar esa conquista?
Tomando consciencia de las repeticiones…
¿Qué situaciones parece que las estamos reviviendo pero en otro lugar, con otra edad y otros personajes?

Revisemos:
¿Por qué  todos los hombres son iguales?
¿Por qué todas te usan?
¿Por qué  en los trabajos no te pagan como merecés?
¿Por qué sentís que te toman el pelo; el vecino, un amigo y hasta un familiar?
¿Por qué otra vez te dan un billete falso?
¿Por qué nunca los médicos dan en la tecla con lo que te pasa?
¿Por qué otra vez caíste en lo mismo?
¿Por qué nuevamente te accidentaste?
¿Por qué siempre te quedás callado en vez de poner al otro en su lugar?
¿Por qué abrís la billetera, como siempre, con tal de que te dejen tranquilo?
¿Por qué otra vez permitiste que tu hijo te grite y hasta  que te levante la mano?
¿Por qué otra vez preferís aguantarte esas puntadas en la cabeza, en vez de consultarlo con un médico?
¿Por qué otra vez abandonás los tratamientos,  el estudio y lo que te hace bien?
¿Por qué, como siempre, te dejás tentar por tu tendencia a irte de  tu  casa con cualquier excusa, cuando sabés que tenés que pasar más tiempo con tus hijos?
¿Por qué cada vez estás más dolorido y limitado?
¿Por qué reprimís tu verdadera vocación y continuás en el mismo empleo que no te nutre?
¿Por qué otra vez justificás  tus acciones echándole  la culpa a otro?
¿Por qué otra vez estás envuelto en una situación tomando la responsabilidad que le corresponde a otro?

Una respuesta rápida a todas esas preguntas es: “porque seguís siendo el mismo”. No hubo crecimiento.
La situación original no modificó la estructura y, por lo tanto, no se avanzó un escalón en el tablero del juego de la vida. 
La cuestión es que aceptamos jugar  sin ver la letra chica del reglamento en donde dice: “Se transitarán las mismas circunstancias (obviamente, aumentando la intensidad) hasta que se transforme la emoción nociva que las provoca”…

Nos vamos a dar cuenta de que avanzamos un escalón cuando ya no atraigamos esas mismas situaciones.
Si bien, cada uno juega a su manera y lo hace a su ritmo, las áreas  en las que todos debemos movernos,  crecer y desplegarnos son nueve:
·        Salud
·        Familia amplia
·        Trabajo
·        Conocimiento
·        Riqueza
·        Reconocimiento
·        Vínculos
·        Pareja
·        Hijos-proyectos
Por lo tanto, la escalera caracol de nuestra propia vida va a tener peldaños para cada aspecto de nuestra existencia. Siempre hay algo que aprender, superar, soltar o modificar.
El trabajo es amplio y arduo, pero no estamos solos.
La naturaleza nos acompaña  y protege; porque formamos parte de ella. Depende de nuestro despertar y evolución.  Espera con paciencia que lo logremos, pero no deja de mandar a sus “representantes” para mostrarnos el camino hacia nuestro interior, cuando nos ve perdidos. Para ello, se vale de criaturas, a veces, en apariencia insignificantes.
 Así se nos presenta el caracol.
Una plaga para algunos, un asco para otros, pero en realidad estamos ante un Gran Maestro.

En primer lugar nos enseña: - La importancia de mantenerse en movimiento.  Metafórica y literalmente cierto. (La escalera está concebida para subirla).
Con esta premisa ya cerraría su explicación pero hay más…
-Comprender el valor de dejar un rastro. Me emociona, como un ser tan pequeñito nos recuerda cuánto importancia tiene lo que hacemos, cómo invertimos el tiempo y cómo tratamos a los demás y al medio ambiente. Hacer lo mejor por nosotros y por los que vendrán.
Hay una tercera lección: -Posibilidad de usar el movimiento lento para obtener ventaja. La perseverancia, el no sucumbir en la comparación ni en la frustración; simplemente andando, sin que la ansiedad nos domine.
La sabiduría de este ser es muy generosa porque  hay una cuarta enseñanza:         -Defensa a través de la retirada, mostrándonos que no siempre conviene enfrentar, imponerse o hacerse notar.

Los dejo con estos consejos, con la esperanza de que la esencia del caracol haga su trabajo en ustedes. En mí, lo comenzó el ammonite.

Lic. Ivana Rugini



viernes, 31 de agosto de 2018

El primer perdón




Cuando sentimos que la salida es el perdón pero no nos sale; hay tanto detrás de eso “que hay que hacer”, que lleva un tiempo asimilarlo y manifestarlo.

Cuando sabemos que lo mejor es hacer borrón y cuenta nueva, pero el odio, y el resentimiento no sueltan  la situación o a la persona…
Cuando creemos que lo vivido lo hemos merecido, buscado y atraído…
Cuando no tenemos fuerzas para intentarlo nuevamente porque estamos resignados a que va a ser siempre así…
Cuando los hábitos nocivos nos carcomen y es imprescindible que empecemos a ponernos límites nosotros mismos…
Cuando tenemos el sí fácil y ya se abusan de lo que somos, damos y hacemos para los demás…
Cuando da bronca que el respeto haya que pedirlo…
Cuando notamos que nos domina el autoboicot en todo…
Cuando a pesar de ser libres, sentimos que estamos encerrados en estas cuatro paredes…
Cuando simplemente queremos paz interior y EXTERIOR…
Cuando no nos sentimos comprendidos, como si lo que decimos o hacemos trae malentendidos...
Cuando  la vida planeada y sobre rieles da un giro inesperado y duele…
Cuando las fuerzas no alcanzan para cumplir con  toda la responsabilidad que nos señala…

Hay una maravillosa manera de empezar a trabajar sobre uno mismo: Ho´ponopono.
Es una técnica hawaiana, que apunta a la reconciliación interna; ya que se cree que una desarmonía externa refleja un desorden interior.
Consiste en repetir un mantra de cuatro conceptos básicos, elementales y profundos.
·        LO SIENTO
·        PERDÓN
·        GRACIAS
·        TE AMO
¿A quién se lo estamos dedicando? A nosotros mismos.

Lo siento: porque si estamos transitando una situación de confusión o de dolor la hemos creado o atraído nosotros mismos; ya sea porque nos hemos detenido en lo negativo de la vida o no pudimos superar de mejor manera las vicisitudes naturales de la vida.

Perdón: es una invitación a que todo nuestro ser se limpie de traumas, de cargas, de relaciones y de hechos lastimosos que por algún motivo los tuvimos que transitar, pero no hace falta revivirlos a cada instante.
Perdonar es ordenar el pasado, ubicarlo y ubicarme en las oportunidades que tenemos en el presente.

Gracias: significa  que agradecemos el poder darnos cuenta, porque implica que si pudimos actuar en contra nuestro, podemos también hacer lo contrario; actuar a favor.

Te amo: a muchos nos enseñaron implícitamente que amarnos es ser egoístas y hoy somos la consecuencia de no priorizarnos. Esa misma es la clave: empezar por uno mismo.

Este mantra nos ayuda a soltar, que sería otra acepción de perdonar.
Soltar nuestras creencias
Soltar la sensación de condena con la que tomamos lo cotidiano
Soltar la rigidez con la que vemos a los demás, invitándolos a que formen parte de nuestro cambio y desarrollo, haciendo nuestro aporte a  un bienestar más general.

Se empieza por uno, con sus vivencias y bagaje, pero también se puede recurrir a este mantra pensando en  sanar/soltar con alguna persona en especial o circunstancia.

Ho´ponopono.
                                                                                 Lic. Ivana Rugini